27/06/2012
Primera Lectura
2 Reyes 22, 8-13; 23, 1-3
Lectio
Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán,
delegado del rey Josías: "He hallado en el templo el libro de la
ley". Jilquías entrego el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a
ver al rey y le rindió cuentas, diciendo: "Tus siervos han fundido el
dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras". Y
añadió: "El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro". Y lo leyó
en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó
sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a
Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y Asaías, ministro suyo: "Vayan
a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este
libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque
nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que
en él está escrito". Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a
todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo,
acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los
sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más
grande, y les leyó el libro de la alianza hallado en el templo. Después, de pie
sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose
a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el
corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas
en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.
Meditatio
La ley de Dios es, ante todo, una invitación a la felicidad,
por lo que desobedecerla lo único que acarrea al hombre es angustia y dolor. En
el lenguaje del Antiguo Testamento, esto es expresado como un enojo de parte de
Dios, sin embargo, esta actitud divina debe comprenderse más en el sentido de
lo que el mismo pecado trae en sí mismo. No es que Dios nos castigue por no
obedecer sus mandatos, sino que, el hecho de no obedecerlos hace que se pierda
la felicidad. Esto es lo que llamamos las consecuencias del pecado, de las
cuales, la más trágica es perder la vida eterna. Sin embargo, parecería que
después de tantos años de humanidad y de instrucción de parte de Dios y
habiéndolo experimentado una y otra vez, todavía no hemos aprendido y no hemos
puesto en nuestro corazón las palabras del Génesis en las que Dios advierte a
nuestros primeros padres: "El día que comas de este árbol morirás".
Regresemos a Dios con un corazón arrepentido y con el firme propósito de vivir
conforme a su voluntad, la cual está expresada en la Sagrada Escritura.
Oratio
Señor de la felicidad y Dios amor, enséñame a cumplir tus
mandatos con un corazón dispuesto, ya que estoy seguro de que tú tienes deseos
de bien y no de mal para mí; quiero deleitarme en tus deseos y complacerme en
cumplirlos, pues sé que esto también significa que viva feliz en esta vida, y
en la futura, gozar de la vida eterna.
Operatio
Hoy haré un recuento de que todas las cosas que me producen
felicidad en mi vida, confirmaré cómo esa felicidad llega por cumplir algún
mandato divino y daré gracias a Dios por esa dicha.
El Evangelio de hoy
Mateo 7, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuidado
con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas
de los espinos o higos de los cardos? Todo árbol bueno da frutos buenos y el
árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un
árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos
buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los
conocerán".
Reflexión
Hay hermanos a los que les gusta "aparentar" y
hacerse pasar como personas muy piadosas mediante actos puramente externos,
siendo que estos actos externos deben ser un claro reflejo de lo que se vive
interiormente. El cristianismo, por el hecho de ser un estilo de vida centrado
en el Evangelio, no puede ser disimulado. Los frutos, es decir lo que emerge
naturalmente de la persona en situaciones cotidianas, manifiestan en realidad
lo que se es. Si somos cristianos, esto se debe notar en nuestra manera de
vestir, de hablar, de reaccionar y sobre todo de amar y servir. Nuestro trato
diario con las personas con las que convivimos, debe estar impregnado del
"buen aroma de Cristo"; nuestra solicitud para ayudar a los
necesitados, debe ser movida, no por intereses personales, sino por compasión,
como quien ve en el hermano necesitado, al mismo Jesús que dijo: "Cuando
lo hiciste por uno de mis hermanos lo hiciste por mí"; nuestra apariencia
diaria debe manifestar que somos templo del Espíritu. Si verdaderamente eres
discípulo de Jesús, deja que él se transparente en tu vida siendo congruente
entre lo que crees y lo que vives.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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