30/06/2012
El Evangelio de hoy
Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún se le acercó
un oficial romano rogándole: «Señor, tengo en mi casa un criado que está en
cama paralítico, y sufre mucho». Él le contestó: «Voy a curarlo». Pero el
oficial le replicó: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, con que
digas una sola palabra mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo
disciplina y tengo soldados a mis órdenes, cuando le digo a uno: ¡Ve!, él se
va; al otro: ¡Ven!, y viene; a mi criado: ¡Haz esto!, y lo hace». Al oír aquellas
palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: «Yo les aseguro que en
ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán
de Oriente y de Occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino
de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las
tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación». Jesús le dijo al oficial
romano: «Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído». Y en aquel
momento se curó el criado. Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra
de éste en cama con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la
fiebre; ella se levantó y se puso a servirles. Al atardecer le trajeron muchos
endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los
enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: “El hizo suyas
nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores”.
Reflexión
Un texto muy breve, que la mayoría de las veces nos pasa
desapercibido, es el versículo 15 en el que leemos que, la suegra de Pedro
estaba enferma y, una vez curada, “se levantó y se puso a servirles”. Llama la
atención sobre este texto que, la mayoría de los casos recibimos gracias
especiales de Dios, incluso, muchas veces, hasta grandes milagros y pruebas de
su amor, y una vez recibidos, los disfrutamos, pero no hacemos nada más. En
este caso, la suegra “se levantó a servirles”. Qué mejor manera de agradecer
todas y tantas gracias que recibimos de Jesús que sirviéndole. Hoy en día,
tenemos muchas formas de servirle, especialmente en la Iglesia, sin que esto
reste el que descubramos en nuestros hermanos, sobre todo en los que viven con
nosotros, la persona de Cristo.
Hay tanto qué hacer en la Iglesia, en nuestra parroquia, que
tus manos son muy importantes. Jesús decía: “La mies es mucha y los obreros
pocos”. Es posible que digas: pero yo no sé predicar, no conozco bien la
Biblia, ¿qué puedo hacer?”. Pues en una parroquia no sólo se necesitan
evangelizadores, también urgen catequistas, auxiliares de la pastoral social,
de la pastoral de enfermos, del cuidado de los niños, de la Sacristía, etc.
Siempre podremos encontrar en qué “darle una mano” al Señor. Si has recibido
alguna gracia especial de Jesús, no sólo te contentes en decirle “gracias”.
Busca una manera concreta de servirlo y mostrarle así tu agradecimiento y tu
amor.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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