4/10/2012
Primera Lectura
Job 19, 21-27
Lectio
Job tomó la palabra y dijo:
"Tengan compasión de mí,
amigos míos, tengan compasión de mí,
pues me ha herido la mano del Señor.
¿Por qué se ensañan contra mí, como lo hace Dios,
y no se cansan de escarnecerme?
Ojalá que mis palabras se escribieran;
ojalá que se grabaran en láminas de bronce
o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
y que al final se levantará a favor del humillado;
de nuevo me revestiré de mi piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la firme esperanza que tengo".
Meditatio
La esperanza de Job no es otra que la que nosotros los
cristianos tenemos: "Llegará un día en que con nuestros propios ojos
veremos a Dios". Jesús nos lo ha dicho así: "donde yo esté, estará
también mi servidor". La vida en este mundo no es fácil, no lo ha sido y
no lo será jamás, pues está dañada por la malicia del pecado, por la enfermedad
y por el dolor. La enseñanza de Job nos recuerda que nuestra vida en esta
tierra es pasajera, que como dice el salmo: "somos como la hierba que en
la mañana se siembra y por la noche se seca", que la plenitud de la vida
la viviremos en la eternidad con Dios. Es una invitación a abrirse a la esperanza
y a decir como san Pablo: "Tengo por cierto que los sufrimientos de esta
vida no son nada en comparación de la gloria que Dios tiene preparada para
aquellos que le aman" (Rm 8, 18).
En medio de tus problemas y tribulaciones, en medio de tus
días pesados y de la enfermedad, sé valiente, espera en Dios, su amor se hará
presente, y al final, cuando tu misión haya acabado: Lo verás con tus propios
ojos.
Oratio
¡Yo sé que tú vives, Señor! Sé que al final tú te levantarás
en favor de la justicia haciendo gala de tu misericordia; estoy confiado en tu
bondad y aunque me agobien las tribulaciones diarias yo sé que cada día me
levantarás nuevamente para acercarme más a tí.
Operatio
Hoy seré consciente de que Dios está vivo, aquí, ahora, para
mí y para el mundo entero. Pondré atención y lo descubriré en mis actividades
diarias, observaré cómo se me revela en cada persona con la que interactúo; al
descubrirlo le demostraré que lo amo.
El Evangelio de hoy
Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos
discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y
lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los
trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe
trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio
de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a
saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz
reine en esta casa‘. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de
ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban
de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de
casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les
den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino
de Dios‘.
Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por
las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los
pies, nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos,
sepan que el Reino de Dios está cerca‘. Yo les digo que en el día del juicio,
Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".
Reflexión
Cuando levantamos los ojos y vemos un mundo consumido por el
egoísmo, un mundo que se destruye a sí mismo con guerras, injusticia y vicios,
en fin, cuando vemos que aún el mensaje del Evangelio no penetra nuestros
corazones ni las estructuras del mundo, podemos comprender que efectivamente la
mies es mucha y los obreros pocos. Y no es que el Señor haya desatendido la
oración de la Iglesia, sino más bien, que pocos son los que han respondido a la
invitación. No pensemos solamente en las vocaciones religiosas (sacerdotes y
religiosas), pensemos en que cada uno de nosotros, por el bautismo, nos hemos
convertido en discípulos del Señor, en hombres y mujeres comprometidos a
testificar nuestra fe. Si cada uno de los bautizados tomara en serio su papel,
en la Iglesia se multiplicarían las manos y el trabajo sería mucho más fácil.
Se podría llegar a donde hasta ahora el Evangelio no ha llegado.
Jesús llama a cada uno de nosotros, seamos casados, solteros
o religiosos consagrados, a participar activamente en la evangelización.
Tomemos con celo este llamado y desde nuestra vocación particular hagamos
cuanto esté de nuestra parte para que el Evangelio impregne todas las
estructuras de nuestra sociedad, para que Cristo sea verdaderamente el Señor de
todos los corazones. Tú puedes hacer algo. ¡Decídete!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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