9/05/2012
Primera Lectura
Hechos 15, 1-6
Lectio
En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos
discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban
conforme a la ley de Moisés, no podrían salvarse. Esto provocó un altercado y
una violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo,
Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los
apóstoles y los presbíteros. La comunidad cristiana los proveyó para el viaje,
y ellos atravesaron Fenicia y Samaría, contando a los hermanos cómo se
convertían los paganos, y los llenaban de gozo con esta noticia. Al llegar a
Jerusalén, fueron recibidos por la comunidad cristiana, los apóstoles y los
presbíteros, y ellos refirieron todo cuanto Dios había hecho por su medio. Pero
algunos de los fariseos convertidos intervinieron, diciendo: "Hay que
circuncidar a los paganos y exigirles que cumplan la ley de Moisés".
Entonces se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar el asunto.
Meditatio
En algunos pasajes vemos lo importante que es la Jerarquía
de la Iglesia para que el Espíritu pueda construirla. En nuestra lectura hemos
visto cómo ha surgido una diferencia en la comunidad: los paganos convertidos
¿se deben circuncidar? ¿Quién ha de decidir esto? ¿Qué grupo es el que tiene la
razón? Movidos por el Espíritu, deciden no tomar esta decisión por su cuenta
sino CONSULTARLA con la Jerarquía de la Iglesia. Hoy en día las decisiones
difíciles en materia de fe y costumbres continúan siendo puestas en claro por
los obispos, sucesores de los Apóstoles. La obediencia a la Jerarquía de la
Iglesia es la garantía de la unidad. Es posible que "nuestra opinión"
sea contraria, pero ni aun teniendo una revelación privada podemos ir contra el
magisterio de la Iglesia. Si verdaderamente queremos hacer la voluntad de Dios
y no vernos envueltos en las mentiras del demonio que se viste de luz, debemos
confiar en que el poder de discernir lo dejó el Señor en la Jerarquía
Eclesiástica (a pesar de ser como nosotros, hombres pecadores y débiles).
Oratio
Gracias, Señor, por el don tu Iglesia, gracias porque sé que
tú prometiste estar con ella hasta la consumación de los tiempos, y estoy
convencido de que nunca dejarías caer por tierra ni una de tus palabras. Dame
la capacidad de escucharte también a través de la instrucción de ella; que
verdaderamente encuentre la dirección para los diferentes aspectos de mi vida y
de mis allegados.
Operatio
Hoy meditaré en los 5 Mandamientos de la Iglesia y evaluaré
qué tanto los conozco y aplico.
El Evangelio de hoy
Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy
la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí,
él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he
dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto
por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen
en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en
él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no
permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo
recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que
den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos".
Reflexión
En nuestro mundo tecnificado y autosuficiente, en donde las
computadoras y la ciencia moderna a veces nos hacen creer que somos
autosuficientes, las palabras del evangelio de hoy nos recuerdan una de las
verdades que JAMÁS debemos de olvidar: "Sin Jesús, no podemos hacer
nada". Todo intento de progreso al margen de Dios siempre termina en
retroceso, en esterilidad, en desgaste inútil. Jesús es nuestra fuerza, nuestra
creatividad, nuestra sabiduría, nuestro poder. En él todo es posible. Por la
acción del Espíritu Santo, circula en nosotros la corriente vital del amor,
constructor y vivificador del mundo. En la medida en que nuestra vida se une e
identifica más con Jesús, nuestros frutos son los frutos de nuestro tronco, de
nuestra vida, y por ello es fácil reconocer quién está unido a esta
"Vid", pues los frutos lo descubren.
San Pablo en su carta a los Gálatas dice que, la paciencia,
la tolerancia, la alegría, la profunda paz interior son los frutos del amor de
Dios que circula en nosotros. Valdría pues la pena revisar si los frutos de
nuestra vida dan testimonio de nuestra "permanencia" en Cristo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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