06/02/2013
Primera Lectura
Hebreos 12, 4-7. 11-15
Lectio
Hermanos: Todavía no han llegado ustedes a derramar su
sangre en la lucha contra el pecado, y ya se han olvidado de la exhortación que
Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección
del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los
que ama y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección,
porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus
hijos?
Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa
alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la
recibieron, frutos de paz y santidad.
Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas
vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece,
sino más bien, se alivie.
Esfuércense por estar en paz con todos y por aquella
santificación, sin la cual no es posible ver a Dios. Velen para que nadie se
vea privado de la gracia de Dios, para que nadie sea como una planta amarga,
que hace daño y envenena a los demás.
Meditatio
Una de las enseñanzas más fabulosas que Jesús hizo fue el
decirnos que Dios es "papá". Cuando uno, con la ayuda del Espíritu
Santo, llega a entender lo que esto significa se abre delante de nosotros un
nuevo horizonte de comunicación y relación con Dios. Dios es y se porta como un
verdadero papá, por ello, como nos lo dice hoy el autor de la Carta a los
Hebreos, "nos corrige".
El problema en nuestros días es que hoy —por el influjo de
algunos psicólogos— muchos de los padres modernos no corrigen a sus hijos,
dejándolos hacer todo cuanto quieren. Les ofrecen castigos que no cumplen, con
lo que el hijo se vuelve desobediente y grosero, sin temor a nada ni a nadie.
Esto hace que nosotros deseemos también de Dios este trato:
que nos deje hacer lo que queramos, sin importar, ni su ley, ni su persona.
Dios no es así y por ello, con amor, nos corrige, como lo hizo con su hijo
Israel, quien a pesar de la continua invitación a vivir de acuerdo a las normas
de la "casa del Padre" se mostró desobediente y rebelde.
Ante la corrección de Dios, lejos de reprochársela, démosle
gracias porque en ello nos muestra cuanto nos ama y, aprendamos de él para que
nuestros propios hijos puedan ser formados en la obediencia, el respeto y el
amor.
Oratio
Señor, gracias por tu amorosa pero firme reprensión, gracias
porque puedo sentir tu ternura que busca alejarme de aquellas cosas que me
afectan. Es cierto que soy rebelde pero ten misericordia de mí y sigue
llamándome, pues el deseo de mi corazón es ser como tú.
Operatio
Hoy pondré atención a aquellas reprensiones que recibo y
pondré atención para saber si Dios, a través de algo o alguien, es quien me
educa. También me fijaré en la reprensión que ejerzo sobre quienes tengo
responsabilidad y la aplicaré con justicia, rectitud y firmeza.
El Evangelio de hoy
Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la
multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este
hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer
milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de
Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus
hermanas?" Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: "Todos honran a un profeta, menos
los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí
ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba
extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los
pueblos vecinos.
Reflexión
Jesús nos enseña en este pasaje lo difícil que puede ser
nuestro trabajo de evangelización entre los nuestros, en nuestra casa, en
nuestro centro de trabajo, incluso en nuestros barrios.
Cuánta gente se admira de nuestro cambio de vida, de nuestra
alegría, de una manera diferente de ser y de pensar y, sin embargo, permanecen
en su falta de fe. Esto, lejos de desanimarnos, debe alentarnos pues es y será
finalmente el Espíritu Santo quien hará la obra. A pesar de la incredulidad de
la gente Jesús continuaba con su misión: Enseñar el camino del Reino.
Si te sientes desanimado porque tu trabajo apostólico en tu
casa o con los tuyos no ha tenido el resultado que esperabas, no te desanimes,
la obra no es tuya sino del Espíritu. Tarde o temprano verán en tu estilo de
vida una invitación a vivir en el Reino. La palabra de Dios dice: "Cree tú
y creerá tu casa".
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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