7/11/2012
Primera Lectura
Filipenses 2, 12-18
Lectio
Queridos hermanos míos: Así como siempre me han obedecido
cuando he estado presente entre ustedes, con mayor razón obedézcanme ahora que
estoy ausente. Sigan trabajando por su salvación con humildad y temor de Dios,
pues él es quien les da energía interior para que puedan querer y actuar
conforme a su voluntad.
Háganlo todo sin quejas ni discusiones, para que sean
ustedes hijos de Dios, irreprochables, sencillos y sin mancha, en medio de los
hombres malos y perversos de este tiempo. Entre ellos brillarán como antorchas
en el mundo, al presentarles las palabras de la vida. Así, el día de la venida
de Cristo, yo me sentiré orgulloso al comprobar que mis esfuerzos y trabajos no
han sido inútiles. Y aunque yo tuviera que derramar mi sangre para que ustedes
siguieran ofreciendo a Dios la ofrenda sagrada de su vida de fe, me sentiría
feliz y me regocijaría con todos ustedes. Y ustedes, por su parte, alégrense y
regocíjense conmigo.
Meditatio
Seguir la voluntad de Dios nunca ha sido fácil, pues, el
mismo Jesús nos mostró con su vida, que muchas veces está marcada con el signo
de la cruz y la persecución. Por ello, san Pablo anima a la comunidad a
continuar trabajando en la construcción del Reino, sabiendo que es el mismo
Dios quien da la fuerza y la energía para hacerlo.
Si a veces te sientes cansado y sin ánimos de seguir
adelante en la empresa que te habías propuesto, puede ser porque has querido
hacerla depender de tu propio esfuerzo o porque ésta no era precisamente
concorde al proyecto de Dios. Por ello, cuando te viene el desánimo, sea por
los problemas que encuentras en tu vida, o por las dificultades a las que te
tienes que enfrentar, recuerda que la fuerza nos viene de Dios. Él es el primer
interesado en que su proyecto se cumpla (en tu familia, en tu comunidad, en tu
lugar de trabajo o estudio), y por ello no te negará los recursos que necesites
para que el Reino se establezca y puedas verdaderamente brillar como una
antorcha en medio de la oscuridad. ¡Ánimo!
Oratio
Señor, enséñame a hacer todo sin quejas ni discusiones para
que sea, ante ti, irreprochable, sencillo y sin mancha. Hazme una antorcha
brillante en el mundo, al presentar tus palabras de vida. Además de todo,
Señor, enséñame a alegrarme y a regocijarme.
Operatio
Hoy le diré directamente a Dios que se haga cargo de aquella
cosa que tanto me he esforzado por solucionar o concluir y aún no he podido;
con fe le pediré que me ayude con su gracia.
El Evangelio de hoy
Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y
él, volviéndose a sus discípulos, les dijo:
"Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre
y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más
aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me
sigue, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no
se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No
sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los
que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a
construir y no pudo terminar‘.
¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero
a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que
viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le
enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus
bienes, no puede ser mi discípulo".
Reflexión
Este pasaje de la Escritura con frecuencia es mal entendido,
pues parecería que el mismo Jesús está en contra de la ley de Dios que dice:
"honrarás a tu padre y a tu madre", ¿cómo es que ahora nos pone como
condición para seguirlo el aborrecerlos?
Para ello, basta leer con detenimiento el versículo 25,
pues, Jesús nos está hablando de una "PREFERENCIA". Esto quiere decir
que el Reino tiene precedencia incluso sobre los valores que podríamos
considerar más nobles como es el padre y la madre e incluso la misma vida. Por
ello, al entrar en conflicto los valores del Reino con cualquier otro valor
—incluido el de la familia—, ha de tener prioridad el Reino, aun cuando esto
pueda ser sumamente doloroso (renuncia y cruz).
Jesús nos invita a tenerlo como el VALOR CENTRAL de nuestra
vida. La pregunta que surge es: ¿Está realmente Jesús al centro de tu vida y de
tus valores?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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