19/02/2013
Primera Lectura
Isaías 55, 10-11
Lectio
Esto dice el Señor:
"Como bajan del cielo la lluvia y la nieve
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer,
así será la palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí sin resultado,
sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Meditatio
Esta semana, la liturgia de la palabra nos urge a valorar el
poder salvífico y reconciliador de la Palabra de Dios. Es triste constatar el
poco valor que muchos de nuestros hermanos dan a la Sagrada Escritura; es raro
ver Biblias en nuestras reuniones, incluso de evangelización. A pesar de que la
Sagrada Escritura es, como dice el salmista: "luz para nuestros
pasos", muchos, jamás la han leído. Es común encontrar Biblias de
"Primera Comunión" y de "Matrimonio" en perfecto estado,
intactas; Biblias que fueron recibidas sólo como un formalismo pero que no han
sido abiertas jamás.
Hoy, el profeta Isaías nos dice cómo la palabra de Dios
fecundará nuestra vida. Para ello es necesario que empape nuestro corazón. La
Cuaresma es un tiempo ideal para iniciar nuestro trato con la Sagrada
Escritura, para iniciar la lectura de nuestra Biblia. Te sugiero iniciar con el
evangelio de san Lucas y al terminar, leer el libro de los Hechos de los
Apóstoles. Recuerda que decía san Jerónimo: "Desconocer la Escritura es
desconocer a Jesucristo".
Oratio
Señor, gracias por manifestarte a través de tu palabra, me
comprometo contigo a escucharte todos los días en ella y sólo te pido que me
llenes de tu Espíritu, que la inspiró y que sé muy bien que es quien puede
grabarla en mi interior y apasionarme por su cumplimiento.
Operatio
Hoy leeré el salmo 119 y meditaré en la importancia de la
palabra de Dios en mi vida.
El Evangelio de hoy
Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando
ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a
fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe
lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a
ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los
hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Reflexión
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante
todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino: UN ACTO DE LA
VOLUNTAD. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un
"sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar
al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde
a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir
para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la
repetición de acciones semejantes a las que lo crearon, y/o reaccionando de
acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso,
sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con
una respuesta contraria a la que el sentimiento genera.
Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar
conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda
ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la
cortesía, etc. Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos,
a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas
palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros
perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la
verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de
Dios.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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