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viernes, 28 de diciembre de 2012

LECTURA Y EVANGELIO DEL 28 DE DICIEMBRE 2012



28/12/12

Primera Lectura
1 Juan 1, 5 - 2, 2

Lectio
Queridos hermanos: Este es el mensaje que hemos escuchado de labios de Jesucristo y que ahora les anunciamos: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Si decimos que estamos con Dios, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no vivimos conforme a la verdad. Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.

Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si, por el contrario, confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra.

Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

Meditatio
Uno de la grandes escollos en la vida espiritual es el reconocer que somos pecadores. Es común en muchos hermanos el decir: "No mato, no robo, no sé de qué más pudiera arrepentirme". La verdad es que, la falta de luz en su conciencia, les hace pasar por alto, sobre todo, los pecados contra la caridad, y ni qué decir, de los pecados de omisión tanto hacia Dios, como hacia los hermanos.

Es, pues, necesario que la luz de Dios ilumine nuestro corazón para que, como dice la misma Escritura, sea el Espíritu Santo quien nos revele que somos pecadores y que, por lo tanto, necesitamos de la gracia y la salvación de Jesús. Cristo nos ofrece su perdón, su paz y su amor; aceptémoslo con humildad, reconociendo que somos pecadores. Acudamos al sacramento de la Reconciliación.

Oratio
Señor, dame la gracia para crear los espacios y tiempos para orar, porque sólo así es como podré ir llenándome con tu luz.

Operatio

Dejaré que la luz de Dios vaya penetrando cada rincón en mi vida para reconocer los pecados recurrentes que no he podido vencer, y en confesión le pediré al sacerdote que me dé consejo.

El Evangelio de hoy
Mateo 2, 13-18

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías:
En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.

Reflexión
Todavía en medio del júbilo de las fiestas del nacimiento de Cristo, nuestro Salvador, la Iglesia ha colocado la fiesta de los primeros mártires, los pequeños que, sin saber por qué ni cómo, cooperaron con su sangre al establecimiento del Reino.

Y es que la Iglesia, siguiendo los pasos de su Señor, no quiere caer en falsos mesianismos, en paraísos artificiales, en los cuales no está presente el signo inconfundible de la vida cristiana: la cruz.

Hoy, en medio de un mundo hedonista, egoísta, que no le gusta pensar en sufrir y prefiere solamente divertirse y pasársela bien sin ninguna mortificación, qué bien nos cae el reflexionar que la vida cristiana no sólo es Navidad, que no sólo es gozo y alegría, sino que es también cruz y muerte, que el cristiano, como decía el P. de Lubac, será siempre un hombre perseguido y contestado.

Hoy, más que nunca, Jesús necesita que tú y yo estemos dispuestos, incluso a llegar a la misma muerte, si ésta fuera necesaria, para testificar ante el mundo nuestra pertenencia y fidelidad a Cristo.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro

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