29/11/2012
El Evangelio de hoy
Lucas 2, 22-35
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la
ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al
Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será
consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de
tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y
temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu
Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías
del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María
entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo
tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos,
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes
palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció:
"Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel,
como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los
pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma".
Reflexión
Es interesante que el texto de san Lucas menciona dos veces
"la Ley". José y María, no sólo eran personas religiosas sino que
eran obedientes de la misma ley civil (que en su contexto se identificaba con
la religiosa).
Hoy lo destacamos pues, ante los sucesos que nos ha tocado
vivir, no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, en donde se vive muchas
veces un estado de anarquía y violencia, es importante recordar que la ley, aún
la civil, es un medio a través del cual Dios rige y dirige nuestra vida. Las
normas en nuestros centros de trabajo, las obligaciones en nuestras
organizaciones, los compromisos ciudadanos son parte de nuestra vida religiosa.
En la medida que el cristiano "cristifica" su
ambiente cumpliendo la "ley" y con ello sus obligaciones, va, como
dice san Pablo, esparciendo el buen olor de Cristo. ¿No crees que sería bueno
en este fin de año revisar si hemos venido cumpliendo con nuestras obligaciones
civiles y religiosas?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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