11/12/12
Primera Lectura
Isaías 40, 1-11
Lectio
“Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice nuestro Dios.
Hablen al corazón de Jerusalén
y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su
servidumbre
y que ya ha satisfecho por sus iniquidades,
porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados".
Una voz clama:
“Preparen el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo
una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve,
que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todos los hombres la verán".
Así ha hablado la boca del Señor.
Una voz dice: “¡Griten!",
y yo le respondo: “¿Qué debo gritar?"
“Todo hombre es como la hierba y su grandeza es como flor
del campo.
Se seca la hierba y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios permanece para
siempre".
Sube a lo alto del monte,
mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz,
tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas;
anuncia a los ciudadanos de Judá:
“Aquí está su Dios.
Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña
y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará a su rebaño;
llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos
y atenderá solícito a sus madres".
Meditatio
Isaías comienza el libro de la consolación con estas
palabras: "Consuelen, consuelen a mi pueblo". Es un llamado al
profeta, llevar y brindar consuelo a quien sufre, al abatido, al desconsolado,
al que ya no tiene esperanza, al que levanta la vista y sólo encuentra
tristeza.
La consolación la anuncia el profeta, pero quien la da es
Dios mismo. Dios es el portador de todo consuelo, el que levanta la esperanza,
el que ofrece y asegura un mañana mejor, no para apaciguar nuestra conciencia o
para darnos esperanza pasajera, pues, el consuelo de Dios permanece para
siempre, nunca termina, es un consuelo que es bálsamo para las heridas. Cuando
Judá ha terminado el exilio, escucha la promesa de Dios de brindarle consuelo
para curar sus heridas, para sanar sus dolencias.
Dios, en Jesús es el verdadero buen samaritano, que
despojándose de su dignidad, se detiene en el camino para atendernos cuando
estamos agobiados y derrotados, nos cura, venda nuestras heridas y vela por
nuestra total recuperación. En Jesús, Dios, el-que-está-siempre-con-nosotros,
nos brinda la certeza de que nunca sufriremos sin ser asistidos por el Espíritu
Consolador.
Oratio
Padre bueno y clemente, que en Jesús nos das toda clase de
bendiciones y nos confortas en nuestros sufrimientos, ayúdanos a imitarlo a él,
buen samaritano, y con tu gracia haz que socorramos a nuestros hermanos que
sufren para que comuniquemos a todos el consuelo que viene de ti.
Operatio
El día de hoy visitaré a ese familiar que sé que tiene
necesidad de atención y apoyo.
El Evangelio de hoy
Mateo 18, 12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "¿Qué les
parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no dejará las
noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se perdió? Y si llega
a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y
nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que
se pierda uno solo de estos pequeños".
Reflexión
Si volteamos a nuestro alrededor nos encontraremos con
muchos de estos "pequeños" que se han extraviado. Hombres y mujeres
que, por diferentes razones, se encuentran lejos del Evangelio. Hombres y
mujeres, jóvenes y adultos que se han dejado engañar por el "oropel"
del mundo y que se encuentran perdidos en el hedonismo, el consumismo, o en la
más miserable pobreza; algunos incluso, en los vicios y las drogas. Son
personas a las que les ha faltado un pastor que evitara que por las presiones
del mundo, económicas, sociales o culturales, éstos se perdieran.
Tú y yo debemos y podemos hacer algo. Cada uno según sus
posibilidades y el llamado de Dios en su corazón podrá hacerlo materialmente,
pero todos debemos orar e interesarnos por ellos. Hagamos lo que está en
nuestras manos, Dios completará la acción.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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