12/12/12
Primera Lectura
Isaías 7, 10-14
Lectio
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo:
"Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba,
en lo alto". Contestó Ajaz: "No la pediré. No tentaré al Señor".
Entonces dijo Isaías: "Oye, pues, casa de David: ¿No
satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues
bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá
y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir
Dios-con-nosotros".
Meditatio
Esta profecía mesiánica surge en el contexto en el cual el
pueblo de Israel, temeroso ante la proximidad de una invasión, se siente
tentado a recurrir a Asiria para que lo salve. Es aquí que Dios les recuerda
que su único salvador es él y que, como prueba de su presencia y su poder, les
dará una señal para que ya no duden y confíen plenamente en él. Esta señal
vendrá a convertirse precisamente en la llegada del Mesías, que es
Dios-con-nosotros. El pueblo quizás no imaginó la profundidad de estas
palabras, las cuales quedaron aún lejos de iluminar la realidad que Dios tenía
pensada para la salvación del pueblo, pues si bien la Encarnación del Verbo realizó
el cumplimiento de la profecía, el envío del Espíritu Santo, producto de este
proyecto salvífico, hizo que Dios sea ahora Dios-en-nosotros.
Hazte, pues, consciente de que Dios es-en-ti, y que desde tu
corazón busca iluminar y salvar a toda la humanidad, particularmente a aquellos
que conviven cotidianamente contigo.
Oratio
Gracias, Señor, por ser-en-mí, por dignificarme con tu
gracia y venir a vivir en mi interior. Eres Dios-conmigo y en mí. Te pido que
me ayudes a no olvidar esta realidad maravillosa de que mi cuerpo ahora es tu
cuerpo; mis miembros, tus miembros; mi voz, tu voz. Que mi ser lleno de tu
presencia sirva para que ilumines al mundo y lo lleves hasta la plenitud de tu
amor, yo te ratifico mi disposición de ser tu instrumento; úsame como quieras,
Señor, y santifícame.
Operatio
Este día seré muy consciente de que mi ser es el ser de
Cristo, y haré todas las cosas como él las haría.
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 39-48
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de
las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En
cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando
la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas
llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que
has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del
Señor".
Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi
espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la
humildad de su esclava".
Reflexión
Una de las constantes en la vida de María fue y ha sido su
servicio. Ya desde el evangelio, en el pasaje que hoy nos propone la liturgia,
María se presenta como la servidora, la que está siempre atenta a las
necesidades del prójimo. Desde que Jesús nos la dejó como Madre, ella, con gran
amor y diligencia, continúa realizando esta acción de amor en sus hijos.
Cuando María de Guadalupe aparece, viene a darle nuevas
fuerzas a un pueblo que se encuentra en crisis después de la caída del Imperio
Azteca. Las palabras que dijo a Juan Diego son el signo, y a la vez promesa
perenne, que nos ayudan a confiar en ella y en su poderosa intercesión:
"Por qué temes, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?".
Por un lado quisiera hoy invitarte a crecer en esta
confianza amorosa a nuestra Madre Santísima, y por otro lado, adoptar esta
actitud de servicio característico de María. A María Santísima le gusta ser
venerada y amada, pero mucho más le gusta ser imitada.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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