9/11/12
Primera Lectura
1 Corintios 3, 9-11 . 16-17
Lectio
Hermanos: Ustedes son la casa que Dios edifica. Yo, por mi
parte, correspondiendo al don que Dios me ha concedido, como un buen
arquitecto, he puesto los cimientos; pero es otro quien construye sobre ellos.
Que cada uno se fije cómo va construyendo. Desde luego el único cimiento válido
es Jesucristo y nadie puede poner otro distinto.
¿No saben acaso ustedes que son el templo de Dios y que el
Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será
destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.
Meditatio
Quizás una de las experiencias más fuertes que el hombre
puede llegar a tener en su vida es el descubrirse habitado por Dios, el darse
cuenta de que Dios vive dentro de él como en un templo.
Cuando el hombre se da cuenta de esto interiormente, es
decir, lo que Karl Rahner llama: la "auto comunicación de Dios al
hombre", su vida se transforma ESENCIALMENTE.
Por un lado, nuestro cuerpo adquiere el valor que Dios le ha
dado, por ello la embriaguez, el tabaquismo, las trasnochadas frecuentes no
tienen cabida. Por otro lado, el reconocer que el cuerpo de mis hermanos y
hermanas es templo de Dios, me lleva, no solo a respetarlos, sino incluso a
cuidar de ellos de la misma forma que cuido yo mi cuerpo y mi persona.
Finalmente, me lleva a darme cuenta de cuánto amor me tiene Dios que no solo ha
querido dejarme su Palabra, su Eucaristía, sino que incluso ha querido vivir en
esta humilde casa. Por eso San Pablo decía: "...somos como vasos de barro
que contienen un tesoro incalculable..." (cf. 2Cor 4,7).
¡Ora!, y descubrirás esta presencia amorosa en tu cuerpo, y
en tu corazón.
Oratio
Padre lleno de amor, que nos has creado para ti y nuestro
corazón no descansa hasta que reposa en ti, danos tu Espíritu para buscarte en
la vida de cada día y te sepamos descubrir en el que sufre, llora y busca
consuelo para que, socorriéndoles, seamos merecedores de la vida eterna que nos
das en Jesucristo tu Hijo amado. Amén
Operatio
Hoy trabajaré para socorrer a Cristo en el que pide
atención, mi tiempo, consuelo, ánimo, compasión y ayuda material.
El Evangelio de hoy
Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a
Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas,
y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó
del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas
y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo:
"Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi
Padre".
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba
escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle:
"¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?" Jesús
les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo
reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha
llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?"
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando
resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había
dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había
dicho.
Reflexión
Al celebrar hoy en la Iglesia la dedicación de la Basílica
de san Juan de Letrán en Roma, la liturgia nos propone este hermoso texto de
san Juan en el que se ve el celo de Jesús por el templo, el cual debe ser
considerado: Casa de Dios.
En la actualidad, se han venido desarrollando dos ideas que
no parecen ser las mejores en cuanto a la actitud de algunos padres de familia
con respecto a los niños.
Por un lado, están aquellos que, con tal de no molestar a
los demás (o quizás por comodidad), se sienten excusados de no ir a misa, pues
los niños son muy inquietos, o en otros casos los dejan con alguno de los
familiares, o va primero el esposo y luego la esposa. De manera que el niño no
conoce la casa de Dios. Para él, el templo será un lugar extraño. Por otro
lado, tenemos el opuesto, que deja que los niños en el templo corran, se suban
a las bancas, griten; en fin, que hagan lo que se les da la gana. Esto hace que
el niño pierda el respeto totalmente por la casa de Dios.
Creo que lo más normal es asistir a misa en FAMILIA. Los
papás no sólo ponen atención, sino que van instruyendo a los niños en lo que
significa el domingo, la misa, la casa de Dios. Un lugar de respeto en el que
no se pude hacer lo que uno quiera. Para ayudarse, se pueden valer de libritos
para colorear, de pequeños misalitos para niños en los que se les puede ir
enseñando a seguir la misa. Habrá ocasiones en que será necesario sacarlos del
templo mientras se calman para evitar que los demás se distraigan; sabemos que
los niños son inquietos pero también sabemos que aprenden con el ejemplo y
repitiendo.
Hagamos que nuestros hijos entiendan lo que los fariseos no
entendían, que el templo es la casa de nuestro Dios, es nuestra propia casa, es
Casa de Oración.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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