2/11/2012
Primera Lectura
1 Tesalonicenses 4, 13-18
Lectio
Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los
difuntos, para que no vivan tristes como los que no tienen esperanza. Pues, si
creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los
que murieron en Jesús, Dios los llevará con él.
Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que
nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna
ventaja sobre los que ya murieron.
Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz
de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en
Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos
arrebatados, juntamente con ellos entre nubes, por el aire, para ir al
encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.
Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras.
Meditatio
Una de las experiencias que más nos llena de temor es el de
la muerte, sobre todo porque nuestra vista lo único que alcanza a ver es el
cuerpo sin vida, inerte de nuestros difuntos. Sin embargo, esta no es la
realidad que Dios está viendo, pues para él todos estamos vivos. La primera
comunidad se sentía defraudada en cuanto a lo que ya se había predicado, pues
pensaban que los únicos que participarían del Reino —que serían llevados al
cielo—, eran los que estuvieran vivos cuando llegara el Señor. Por eso san
Pablo les explica que eso no será así, sino que todos los que hayamos muerto en
Cristo, también tendremos la vida incorruptible. Esta es la gran esperanza
cristiana, el saber que nuestra vida en el mundo es sólo un tránsito hacia la
vida definitiva que tendremos y que gozaremos en el cielo. Por ello, aunque
nuestra vista ve el cuerpo de nuestros hermanos sin vida, esto sólo es para
nosotros, pues en el misterio de Dios, en SU tiempo, para él todos viven, y la
muerte, como la conocemos nosotros, es sólo la puerta que se abre para darnos
paso a la eternidad en Cristo. Por ello, vale la pena el vivir unido al Señor,
para que en el momento de nuestra muerte se abra también para nosotros la
puerta que nos lleve directamente a los brazos de nuestro amado Padre. ¡Ánimo!
Caminemos con alegría hacia el Cielo.
Oratio
Señor, te pido que me concedas vivir en ti mientras paso por
este mundo, pero mi mayor anhelo es vivir eternamente en tu presencia,
disfrutar de tu abrazo y amor sin final; enséñame a vivir en tu Reino desde
este tiempo para que, cuando llegue el día de mi último aliento, sólo sea un
cambio hacia la plenitud y la eternidad.
Operatio
Hoy pediré por mis seres queridos que ya murieron,
especialmente por aquellos que al morir no estaban en amistad con Dios; pediré
a Él su misericordia para ellos.
El Evangelio de hoy
Juan 6,51-58
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el
pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida".
Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne
del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el
último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como
el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que
me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná
que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para
siempre".
Reflexión
En medio de un mundo inmerso en un hedonismo profundo que
sólo ve por el cuidado del cuerpo, es fácil que vayamos perdiendo de vista que
somos seres espirituales y que de la misma forma que tenemos cuidado de la
salud de nuestro cuerpo, debemos tenerlo también de nuestra alma.
Jesús hoy nos propone su cuerpo y su sangre como un alimento
que "da vida". Lo maravilloso de este alimento es que la vida que nos
da va más allá de lo que normalmente la comida material nos proporciona, pues
esta comida nos hace tener la "vida en abundancia", que en palabras
de san Pablo estaría referida a una vida llena de paz y gozo en el Espíritu
Santo. Sí hermanos, el comulgar frecuentemente llena nuestra vida de una paz y
una alegría que nada ni nadie sobre esta tierra nos puede dar. Es la comida que
fortalece el alma y la hace anhelar con ansia el encuentro amoroso con Dios.
Por otro lado, este evangelio nos recuerda que el no comerlo direcciona nuestra
vida hacia la enfermedad espiritual que es el pecado mortal y con ello pone en
peligro nuestra vida eterna y arruina nuestra existencia en la tierra. Así como
se enferma una persona que no come diariamente, así también se enferma quien no
comulga con suficiente frecuencia. Es por ello que en nuestra comunidad vemos
tanta gente deprimida, triste, angustiada, puesto que estos son algunos de los
signos visibles de la vida en pecado.
Jesús nos dejó un manjar para disfrutar nuestra vida, no lo
tengamos por menos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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