3/11/2012
El Evangelio de hoy
Lucas 14, 1. 7-11
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de
los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían
los primeros lugares, les dijo esta parábola:
"Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te
sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más
importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el
lugar a éste‘, y entonces tengas que ir a ocupar lleno de vergüenza, el último
asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que,
cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera‘.
Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que
se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido".
Reflexión
Parece ser un mal en el corazón del hombre el deseo de
grandeza; mal que padecemos desde la misma creación y que sería la causa del
pecado original.
En aquellos albores de la humanidad el Tentador le dijo a
Eva: “Serán como dioses”, y esta propuesta sedujo a Eva hasta el punto de
desobedecer a Dios. Esta propuesta se nos hace continuamente y por ello muchas
veces nos sentimos “superior a cualquiera”, y creemos que todo lo merecemos y
que los demás están precisamente para servirnos. Lo malo es que, por más que
seamos importantes, buenos, serviciales, etc., siempre habrá uno más que
nosotros.
La humildad es una de las virtudes que producen mas
satisfacciones interiores; es además el antídoto contra la soberbia que siempre
es fuente y nutrimento para otros pecados. Siempre debemos dejar que sea Dios
mismo quien nos honre y no tomar la honra por nuestra cuenta. María Santísima
es grande, precisamente porque se presentó como la “humilde sierva” y es desde
ahí donde Dios la levantó hasta convertirla en modelo y arquetipo de la
Iglesia, por lo que con gran acierto profetizó ella como dice en su hermoso
cántico: “Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada”. Dios
la ha puesto en un pedestal; así también Dios hace con los que, como ella, se
humillan ante Dios y reconocen su necesidad de salvación, de perdón, de Dios.
No es fácil, pero si trabajamos en la humildad, poco a poco irá saliendo de
nosotros de manera natural, pero hay que iniciar ¡ya!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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