11/10/2012
Primera Lectura
Gálatas 3, 1-5
Lectio
¡Insensatos gálatas! ¿Quién los ha ofuscado para que no le
hagan caso a la verdad, siendo así que les hemos presentado vivamente a
Jesucristo clavado en la cruz?
Sólo quiero preguntarles una cosa: ¿Han recibido el Espíritu
Santo por haber hecho lo que manda la ley de Moisés o por haber creído en el
Evangelio? ¿Tan insensatos son ustedes, que, habiendo comenzado movidos por el
Espíritu, quieren terminar haciendo obras meramente humanas? ¿Han recibido en
vano tantos favores? Espero que no.
Vamos a ver: cuando Dios les comunica el Espíritu Santo y
obra prodigios en ustedes, ¿lo hace porque ustedes han cumplido lo que manda la
ley de Moisés, o porque han creído en el Evangelio?
Meditatio
Los judíos, anclados en la Ley de Moisés, consideraban que
lo que los hacía santos era el cumplimiento de todos los preceptos que en ella
se habían escrito. Esto, como lo dirá más adelante san Pablo, tiene un
fundamento y una verdad, sin embargo, Jesús nos ha revelado que es,
precisamente por el Espíritu Santo, que Dios mora en nosotros como en un
templo, esto hace que el hombre sea verdaderamente Santo.
Hoy se da entre muchos de nuestros cristianos un pensamiento
parecido, ya que muchos piensan que la santidad viene por hacer tal o cual
práctica litúrgica o devocional. La verdad es que éstas son importantes (ir a
misa los domingos, rezar novenas, visitar santuarios, etc.), sin embargo, la
santidad y la verdadera vida cristiana vienen al hombre por la vivencia del
Evangelio y la acción de Dios en nosotros por medio del Espíritu Santo.
Es por ello que la lectura diaria del Evangelio, el
profundizar en la Palabra de Dios y la oración asidua y prolongada, son los
elementos que posibilitan que el Espíritu de Dios se desarrolle y produzca en
nosotros la verdadera santidad.
Oratio
Señor, dame tu vida, dame la clase de vida que tú das y que
procede del encuentro y amistad profundas contigo; yo por mi parte quiero
decirte que quiero permanecer en unión perfecta con la novedad de tu Espíritu
Santo.
Operatio
Hoy durante el día diré constantemente "Ven, Espíritu
Santo", y me haré consciente de que el Espíritu de Dios es quien consuma
mi unión perfecta con él.
El Evangelio de hoy
Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Supongan
que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle:
'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no
tengo nada que ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes.
No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y
yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no
se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia,
sí se levantará y le dará cuanto necesite.
Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen
y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca,
encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que,
cuando su hijo le pide pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé
una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?
Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a
sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes
se lo pidan?"
Reflexión
Este evangelio tiene una doble enseñanza. La primera nos
invita a no desfallecer en nuestra oración. Dios gusta de escuchar nuestras
súplicas, aun cuando nos escuchó desde el principio, le gusta nuestra insistencia,
quizás para fortalecer nuestra fe. La segunda es que Dios se porta como un
padre que no da cosas que puedan ser negativas o nocivas para sus hijos. Por
ello, no todo lo que pedimos se nos dará.
Estas dos enseñanzas deben ir siempre unidas, ya que como no
sabemos qué cosa es buena o mala para nuestra vida y la de los demás, debemos
pedir con insistencia y sin desfallecer; pero, por otro lado, debemos de
mantener la paz en nuestro corazón, sabiendo que Dios no nos concederá lo que
en su infinito amor sabe que podría ser peligroso para nuestra vida material y
sobre todo, espiritual. Aprendamos a confiar en el infinito amor de Dios y a no
desfallecer en nuestra oración.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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