6/09/2012
Primera Lectura
1 Corintios 3, 18-23
Lectio
Hermanos: Que nadie se engañe: si alguno se tiene a sí mismo
por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar
a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia
ante Dios, como dice la Escritura: Dios hace que los sabios caigan en la trampa
de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los
sabios y los tiene por vanos.
Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre,
ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y
la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo,
y Cristo es de Dios.
Meditatio
¿Es que tengo que ser o hacerme un ignorante para ser
verdaderamente dirigido por el Espíritu y ser de Cristo? Sería una pregunta muy
justa ante el texto que acabamos de leer. ¿Qué es realmente lo que el apóstol quiere
decirnos? ¿Debemos renunciar al estudio, a la ciencia, al conocimiento? La
respuesta es ¡NO! Para entender este pasaje de la Sagrada Escritura, debemos
distinguir dos términos: Ciencia (conocimientos) y Sabiduría. Podríamos decir
que el conocimiento es lo que se aprende en los libros, es el producto de las
ciencias; mientras que la sabiduría, es una ciencia interior, que tiene como
fuente a Dios. Jesús decía: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el
mundo si finalmente se pierde a sí mismo?". Pablo, en otro pasaje, dice:
"Yo podría tener todo el conocimiento, si no tengo caridad de nada me
aprovecha"; la ciencia sin la sabiduría destruye, se transforma en vanidad
y egoísmo; la sabiduría sin la ciencia puede convertir el caminar humano en angelismo
y caer en graves errores en la interpretación del mundo. Las dos deben caminar
unidas. Cuando el hombre ora para obtener sabiduría se va dando cuenta que la
ciencia pasa, se transforma, llega a desaparecer, mientras que la sabiduría se
perfecciona. En nuestro mundo cientista (tal como el auditorio de Pablo en
Corinto), es fácil deslumbrarse por la ciencia y dejar de lado la sabiduría.
No dejemos que el encanto de la ciencia nos haga
verdaderamente ignorantes de la única verdad que nos puede hacer plenamente felices:
"Dios". Si realmente quieres ser sabio, date tiempo para tu oración
diaria.
Oratio
Señor, dame la sabiduría que se sienta junto a ti, aquella
sabiduría que le dio vida a todo lo que creaste, que mis pasos estén guiados
por ella y que toda mi vida, actuar y todo mi ser esté inspirado por ella.
Operatio
Hoy me haré consciente y disfrutaré de todo lo que Dios me
ha dado, y reflexionaré en el verdadero sentido de cada cosa que tengo, pues es
el principio real de la sabiduría.
El Evangelio de hoy
Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de
Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios.
Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían
desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la
de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca,
enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Lleva la barca
mar adentro y echen sus redes para pescar". Simón replicó: "Maestro,
hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu
palabra echaré las redes". Así lo hizo y cogieron tal cantidad de
pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros,
que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y
llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le
dijo: "¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!" Porque tanto
él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían
conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: "No temas; desde ahora
serás pescador de hombres". Luego llevaron las barcas a tierra, y
dejándolo todo, lo siguieron.
Reflexión
Hoy se tiene la tentación de pensar que la Palabra de Dios,
lo que leemos en el Evangelio o en general en la Sagrada Escritura, tiene el
mismo valor que la que está escrita en cualquier otro libro. Hoy Pedro, un
experimentado pescador, se pone a escuchar lo que para un hombre de su
experiencia resultaría una ilógica petición la cual proviene de un carpintero.
Sin embargo, la Escritura nos dice que antes de invitar a Pedro a pescar, Jesús
había predicado a los que se reunieron en torno a la barca. Seguramente que lo
que escuchó Pedro de labios de Jesús, lo animó a intentar una acción fuera de
toda lógica dentro de su oficio. El resultado: Una gran pesca. Pedro entonces,
a pesar de ser un hombre experimentado reconoce que la Palabra de Jesús no es
como la de cualquier hombre. Y a pesar de ser un experto en la materia se deja
conducir por la palabra del Maestro. Debemos, pues, por un lado, escuchar más
seguido y con mucha atención la Palabra de Jesús que tenemos en los evangelios
y por otro lado reconocer que esa palabra no es la de cualquier hombre, no es
simplemente la palabra del Carpintero de Nazaret, sino que es la palabra de
Dios, la cual tiene poder. Date tiempo para leer la Sagrada Escritura y aprende
a dejarte conducir por ella.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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