4/08/2012
El Evangelio de hoy
Mateo 14, 1-12
En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de
Jesús, y les dijo a sus cortesanos: "Es Juan el Bautista, que ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas
milagrosas".
Es que Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado
en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le
decía que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la
vida, tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías bailó
delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, aconsejada por su madre, le dijo: "Dame, sobre esta bandeja, la
cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no
quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó degollar a Juan
en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la
joven y ella se la llevó a su madre.
Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el
cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.
Reflexión
Este pasaje evangélico nos deja al menos dos grandes
enseñanzas: la primera, es que no debemos dejarnos llevar por nuestras
emociones, pues por lo general, en ese momento, nuestra cabeza no está
conectada con el cerebro y podemos, como en el caso de hoy, cometer graves
imprudencias que, incluso, pueden desarrollar graves e irreversibles
consecuencias en nuestra vida y en la de los demás. Cuando uno se emociona o
las pasiones se excitan, el demonio sabe que tenemos poco poder sobre la
voluntad y, ni tardo ni perezoso, vendrá a sugerirnos una tontería.
La otra enseñanza es que las promesas que se hacen cuando
éstas nos llevan a un pecado, no podemos, bajo ninguna circunstancia,
cumplirlas y es mejor pasar por ridículo, enemigo o cualquier clase de
humillación, antes que hacer algo que Dios reprueba. Esto incluye cualquier
situación embarazosa en la que podemos caer en el trabajo, con los amigos, etc.
Estas dos situaciones generalmente vienen juntas (aunque no forzosamente), y
debemos tener siempre el coraje de afrontarlas y de negarnos rotundamente, a
hacer lo que no le es propio a un cristiano, incluso cuando esto nos pudiera
llevar a la misma muerte.
Es por ello peligroso tomar más de lo que se debe, o ponerse
en situaciones en donde la emoción y las pasiones nos puedan ganar. Una vida
moderada es siempre la mejor alidada para vivir con paz y alegría.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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