15/05/2012
Primera Lectura
Hechos 16, 22-34
Lectio
En aquellos días, la gente de la ciudad de Filipos se
alborotó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y
los azotaran. Después de azotarlos mucho, los metieron en la cárcel y le
ordenaron al carcelero que los vigilara bien. Siguiendo esta orden, él los
metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo.
A eso de la medianoche, Pablo y Silas estaban en oración,
cantando himnos al Señor, y los otros presos los escuchaban. De pronto
sobrevino un temblor tan violento, que se sacudieron los cimientos de la
cárcel, las puertas se abrieron de golpe y a todos se les soltaron las cadenas.
El carcelero se despertó, y al ver las puertas de la cárcel
abiertas de par en par, pensó que los presos se habían fugado y sacó su espada
para matarse. Pero entonces Pablo le gritó: "No te hagas ningún daño; aquí
estamos todos". El carcelero pidió una lámpara, se precipitó hacia dentro,
y temblando, se arrojó a los pies de Pablo y Silas. Después los sacó de allí y
les preguntó: "¿Qué debo hacer para salvarme?" Ellos le contestaron:
"Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y tu familia". Y les
explicaron la palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
El carcelero se los llevó aparte, y en aquella misma hora de
la noche les lavó las heridas y en seguida se bautizó él con todos los suyos.
Después los invitó a su casa, les preparó la mesa y celebraron una fiesta
familiar por haber creído en Dios.
Meditatio
Definitivamente que no hay experiencia más gozosa en el
hombre que la que produce Dios en el corazón del creyente, y en aquel que lo
lleva a la fe. En este pasaje, en el cual hemos visto cómo Dios toca el corazón
del carcelero y lo lleva a la fe, podemos percibir el gozo que se generó no
solo en el hombre sino en Pablo y Silas, de tal modo que después de curarles
las heridas preparó una fiesta, por el hecho de "haber creído". Por ello,
te invito a que vayas perdiendo el miedo de hablar de Jesús, de aprovechar toda
oportunidad que Dios te presenta para ser su testigo y para ayudar a tu
comunidad a conocer y a amar a Dios. Yo te aseguro que no cabrás de gozo el día
que Dios te conceda que por tu medio, otros hermanos lleguen a aceptar la vida
conforme al Evangelio.
Oratio
Señor, úsame para dar felicidad a la vida de muchas
personas. Que pueda ser yo testigo y colaborador de que mucha gente crea en ti,
pues sé que eso es la mayor alegría que hay en este mundo. Por otro lado, te
pido que por la fuerza de tu Espíritu Santo, nunca pierda la felicidad de
cuando acepté seguirte y entregarte mi vida; que siempre mantenga esa actitud
de libertad y entrega absoluta.
Operatio
Hoy escribiré la historia de cómo Dios me encontró y me
llamó, y la compartiré con alguien cercano a mí.
El Evangelio de hoy
Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Me voy
ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?' Es que su
corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo,
es cierto lo que les digo: Les conviene que me vaya; porque si no me voy, no
vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré.
Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en
materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han
creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de
juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado".
Reflexión
Quizás una de las acciones más importantes que ejerce el
Espíritu Santo en nuestros corazones es el de "convencernos del
pecado". Sin este convencimiento interior, el hombre se considera justo,
santo, bueno. Es común encontrarnos con personas que dicen: Yo no soy malo, no
robo, no mato, no hago grandes cosas malas. Esto es verdad, sin embargo, la
realidad del pecado va mucho más allá. En la medida en que el Espíritu Santo va
tomando fuerza en nuestro corazón por la conversión, vamos siendo capaces de
descubrir "nuestro propio pecado" y nos va haciendo comprender
interiormente la realidad destructora de éste. Se hace presente a nuestra
conciencia, como dice San Pablo, esa fuerza interior que nos lleva a hacer el
mal que no queremos.
Cuando somos capaces de descubrir esta fuerza y nuestra
incapacidad de vencerla, nace en nosotros la necesidad imperiosa de aceptar y
vivir la salvación de Cristo, pues solo él es capaz de vencer la realidad
destructora del pecado. Este es el paso definitivo de una conversión profunda y
verdadera. Por ello, pide al Espíritu Santo que te haga comprender
interiormente la necesidad de Dios, pídele que te convenza del pecado para que
puedas, con la ayuda divina, evitarlo y vivir la paz y la alegría del Reino.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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