20/04/2012
Primera Lectura
Hechos 5, 34-42
Lectio
En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la
ley y respetado por todo el pueblo, se levantó en el sanedrín, mandó que
hicieran salir por un momento a los apóstoles y dijo a la asamblea:
"Israelitas, piensen bien lo que van a hacer con esos hombres.
No hace mucho surgió un tal Teudas, que pretendía ser un caudillo, y reunió
unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a sus secuaces y todo
quedó en nada. Más tarde, en la época del censo, se levantó Judas el Galileo y
muchos lo siguieron. Pero también Judas pereció y se desbandaron todos sus
seguidores. En el caso presente, yo les aconsejo que no se metan con esos
hombres; suéltenlos. Porque si lo que se proponen y están haciendo es de origen
humano, se acabará por sí mismo. Pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes
deshacerlo. No se expongan a luchar contra Dios".
Los demás siguieron su consejo: mandaron traer a los
apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los
soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos
ultrajes por el nombre de Jesús.
Y todos los días enseñaban sin cesar y anunciaban el
Evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas.
Meditatio
Este pasaje nos permite destacar dos elementos importantes para
nuestra vida. El primero, y que es en esencia la tesis que continuamente
presenta San Lucas en su libro, es el hecho de que el proyecto de Dios, la
extensión del Reino, se realiza a pesar de todos los obstáculos humanos que se
van presentando. Por ello, nuestra cooperación a su propagación consiste en
permanecer fieles y obedientes a la palabra de Dios. De manera que las
oposiciones que a veces se presentan en nuestros centros de trabajo o de
estudio no hacen otra cosa más que confirmar la palabra de Jesús: "Serán
perseguidos por mi causa".
La segunda enseñanza, que se deriva precisamente de ésta, es
el hecho de que los apóstoles tomaron como un HONOR el haber padecido todo esto
por el nombre de Jesús. Ahora sí pueden estar seguros que son "bienaventurados"
y que les pertenece el Reino de los cielos. Por ello, cuando te persigan, te
desprecien, te traten mal por portarte, vivir o pensar como un cristiano,
agradécele a tu agresor la oportunidad que te dio de "padecer por
Cristo" y siéntete agradecido con el Señor que te consideró digno de este
honor.
Oratio
Muchas veces me han hecho padecer en mi vida, Señor, muchas
veces he experimentado rechazo, dolor y sufrimiento causado por otras personas,
sin embargo, Señor, la mayoría de esas veces yo he llevado una parte de la
culpa en ello, muchas de esas veces sólo se ha tratado de la falta de capacidad
en las relaciones y de la falta de tu presencia en ellas.
Hoy te pido, Señor, que no sea por eso que sufra, sino más
bien que padezca y sufra, pero con la seguridad de que fue por haber hecho tu
voluntad y haber anunciado con mi vida tu amor y salvación a otras personas,
pues estoy convencido de que así seré bienaventurado y dichoso en esta vida y
en la venidera.
Operatio
Hoy enlistaré las cosas que me han hecho sufrir en mi vida,
y de entre ellas resaltaré las que en realidad fueron por estar unido a la
causa de Dios. Si encuentro algunas de ellas, le daré gracias por esa
oportunidad. Si nunca he tenido esa experiencia, le pediré a Dios que me ayude
a ser más comprometido con el anuncio de su mensaje de amor y de paz.
El Evangelio de hoy
Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de
Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto las
señales milagrosas que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se
sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo
Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: "¿Cómo compraremos pan
para que coman éstos?" Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues
él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos
denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan".
Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí
hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es
eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "Díganle a la gente que se
siente". En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí;
y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a
Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente
les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se
saciaron, dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos sobrantes, para que
no se desperdicien". Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los
cinco panes llenaron doce canastos.
Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había
hecho, decía: "Este es, en verdad, el profeta que habría de venir al
mundo". Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se
retiró de nuevo a la montaña, él solo.
Reflexión
Quisiera hoy destacar dos pequeños elementos que surgen de
nuestro texto. El primero es la acción de gracias de Jesús. Esto es algo que se
ha perdido mucho en nuestra vida. Con la mayor naturalidad nos sentamos a comer
y nos paramos de la mesa sin haber agradecido a Dios el don que nos ha dado.
Ciertamente es producto de nuestro trabajo, pero ser agradecidos es don de
Dios, pues todos los dones nos vienen de su generosa mano. El otro elemento en
el cual podemos reflexionar es el de "no ser desperdiciados". Esto
parece trivial pero mucha comida y mucho tiempo se tira a la basura por
descuido nuestro. En un mundo en donde hay miles de gentes que mueren de
hambre, o no tienen un trabajo, lo menos que podemos hacer es no desperdiciar.
Debemos aprender a servirnos lo que vamos a comer, y a guardar lo que sobró
para que no se tire. Asimismo no debemos desperdiciar nuestro tiempo, si
verdaderamente lo reconocemos como don de Dios; tirarlo o desaprovecharlo, es desaprovechar
el don de Dios. Esta instrucción de Jesús nos abrirá la puerta no sólo a la
caridad y a la generosidad, sino a valorar lo que tenemos y a usarlo
correctamente.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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