21/03/2012
Primera Lectura
Isaías 49, 8-15
Lectio
Esto dice el Señor:
"En el tiempo de la misericordia te escuché,
en el día de la salvación te auxilié.
Yo te formé y te he destinado para que seas alianza del
pueblo:
para restaurar la tierra,
para volver a ocupar los hogares destruidos,
para decir a los prisioneros: ‘'Salgan‘,
y a los que están en tinieblas: ‘Vengan a la luz‘'.
Pastarán de regreso a lo largo de todos los caminos,
hallarán pasto hasta en las dunas del desierto.
No sufrirán hambre ni sed,
no los afligirá el sol ni el calor,
porque el que tiene piedad de ellos
los conducirá a los manantiales.
Convertiré en caminos todas las montañas
y pondrán terraplén a mis calzadas.
Miren: éstos vienen de lejos;
aquéllos, del norte y el poniente,
y aquéllos otros, de la tierra de Senim.
Griten de alegría, cielos; regocíjate, tierra;
rompan a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y tiene misericordia de los desamparados.
Sión había dicho: '‘El Señor me ha abandonado,
el Señor me tiene en el olvido‘'.
¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura
hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas?
Aunque hubiera una madre que se olvidara,
yo nunca me olvidaré de ti",
dice el Señor todopoderoso.
Meditatio
Dentro de la riqueza de este pasaje de Isaías, destinado al
pueblo de Israel mientras estaba en el Exilio, centremos nuestra atención en la
misión redentora del profeta: "Yo te formé y te he destinado para que seas
alianza del pueblo: para restaurar la tierra, para decir a los prisioneros:
‘Salgan‘, y a los que están en tinieblas: ‘Vengan a la luz‘". Esta también
es nuestra misión como bautizados, ser un instrumento de Dios para todos
aquellos que viven aún prisioneros de sus vicios y defectos; ser luz para
aquellos que viven en las tinieblas del pecado; ser alianza para que los que no
conocen a Jesús, no sólo lo conozcan sino lo lleguen a amar profundamente y de
esta manera tengan vida y la tengan en abundancia.
Tú y yo, en el medio en el que nos desenvolvemos diariamente
debemos, primero que nada con nuestro testimonio de vida y luego si es posible
con nuestra palabra profética, ser portadores del Evangelio y del amor de Dios
para los demás. Él cuenta con nosotros.
Oratio
Hazme salir de mi comodidad, Señor, llévame a los afligidos,
a los atribulados y prisioneros de vicios, pecados y toda atadura que los aleja
de ti. Haz de mi vida un reflejo de tu luz, que pueda iluminar a los que viven
en tiniebla y sombra de muerte, que pueda guiar sus pasos por tu senda de
justicia y de paz.
Yo he descubierto que tú nunca me abandonarás, que aunque
una madre se olvidara de su creatura, tú nunca me olvidarás ni me abandonarás;
haz, Señor, que mi vida sea un constante anuncio de esta verdad para los que no
tienen esperanza. Usa mi persona para atraer a más gente hacia a ti.
Operatio
En este día buscaré a alguien verdaderamente necesitado de
esperanza, fe y amor, y le diré claramente que Dios le ama, que tiene un plan
para su vida.
El Evangelio de hoy
Juan 5, 17-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían
por hacer curaciones en sábado): "Mi Padre trabaja siempre y yo también
trabajo". Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya
que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose
así con Dios.
Entonces Jesús les habló en estos términos: "Yo les
aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve
hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al
Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que
éstas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les
da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre
no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos
honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al
Padre.
Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el
que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya
pasó de la muerte a la vida.
Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues
así como el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener
la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del
hombre.
No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos
los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien
para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer
por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco
mi voluntad, sino la voluntad del que me envió".
Reflexión
El tema central de este pasaje es escuchar la palabra de
Jesús y creer que él es verdaderamente el Hijo de Dios. Estos son dos elementos
que están íntimamente relacionados uno con otro. Si nosotros reconocemos
verdaderamente que Jesús es Dios, entonces su palabra deja de ser una palabra
como la de los demás para convertirse en "Palabra de Dios"; ahora
bien, si la palabra de Jesús, lo que nosotros leemos en los evangelios es
verdaderamente "Palabra de Dios", debería ser algo sobre lo que no se
duda o discute: puede ser que no la entienda, o que me resulte difícil de vivir
o de aceptar, pero sigue siendo "Palabra de Dios".
Jesús nos dice hoy: "El que escucha mi palabra y cree
en el que me envió, tiene vida eterna". Con esto nos manifiesta que la
fuente de la vida es su palabra por ininteligible que pudiera parecer o por
difícil que fuera el vivir de acuerdo a ella. En definitiva, si el hombre
quiere tener una vida llena de paz, de alegría y de gozo en el Espíritu, no
tiene ninguna otra opción que vivir de acuerdo a la voluntad de Dios expresada
en Cristo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario