20/03/2012
Primera Lectura
Ezequiel 47, 1-9. 12
Lectio
En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del
templo. Por debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo
miraba hacia el oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al
sur del altar.
Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta
hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado
derecho. Aquel hombre salió hacia el oriente, y con la cuerda que tenía en la
mano, midió quinientos metros y me hizo atravesar por el agua, que me daba a
los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo pasar; el agua me daba a
las rodillas. Midió quinientos más y me hizo cruzar; el agua me daba a la
cintura. Era ya un torrente que yo no podía vadear, pues habían crecido las
aguas y no se tocaba el fondo. Entonces me dijo: "¿Has visto, hijo de
hombre?"
Después me hizo volver a la orilla del torrente, y al mirar
hacia atrás, vi una gran cantidad de árboles en una y otra orilla. Aquel hombre
me dijo: "Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el
Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que
se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque
los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por dondequiera que
el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del torrente crecerán
árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos.
Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del
santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina".
Meditatio
Jesús ha venido para hacerlo todo nuevo, para darnos una
vida nueva. De la misma manera como el agua de la profecía de Ezequiel cambiaba
el mar en agua dulce, así el amor y la gracia de Dios transforman nuestra
amargura, soledad y frustración en paz y gozo. Nos fecunda para que nuestra
vida estéril dé fruto y para que este fruto permanezca. Esta pausa que hace la
Cuaresma nos recentra en nuestra vida cristiana y nos hace desear con todas
nuestras fuerzas que los frutos de la redención se hagan presentes en nosotros,
en nuestra vida y en nuestra familia. El Agua pura del Espíritu vivifica,
renueva, sana. Si quieres que este efecto vivificador de Dios se vaya
realizando en tu vida, incrementa un poco tu oración, verás entonces grandes y
profundos cambios en tu vida.
Oratio
Señor, condúceme a las aguas profundas de la presencia de tu
Santo Espíritu, quiero que ese torrente de tu amor, de tu gracia y de tu poder
me sature y me sumerja en una vida plena y llena de ti.
Haz, Señor, que ese torrente de tu Espíritu fluya en todo mi
ser; limpia mi amargura y transfórmala en dulzura y alegría; que ese río se
acreciente en mi vida, pues sé que todo lugar por donde pasa prospera, y quiero
que esto sea real en mí, quiero prosperar por tu Espíritu, que pueda dar fruto
abundante y que incluso sea yo mismo una bendición, salud y dicha para los que
me rodean.
Operatio
Hoy buscaré alguna oración al Espíritu Santo para repetirla
constantemente en el día. Y además buscaré ser bendición para alguna persona a
mi alrededor.
El Evangelio de hoy
Juan 5, 1-3. 5-16
Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a
Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina
llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una
multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre
que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo
en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?”. Le respondió el enfermo:
“Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua.
Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo:
“Levántate, toma tu camilla y anda”: Al momento el hombre quedó curado, tomó su
camilla y se puso a andar.
Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que
había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”: Pero él contestó: “El
que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’”. Ellos le preguntaron: “¿Quién
es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no
lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo
encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más,
no sea que te vaya a suceder algo peor”. Aquel hombre fue y les contó a los
judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a
Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Reflexión
Como es la costumbre de san Juan, tomando un hecho histórico
de la vida de Jesús y por medio de muchos elementos simbólicos, nos da toda una
serie de enseñanzas. Centremos hoy nuestra atención en las palabras del
paralítico: “No tengo nadie que me meta en el agua...”. Ya en san Lucas
habíamos oído una historia parecida, pero en esa ocasión el paralítico sí tuvo
quien lo ayudara. Una de las actitudes fundamentales en el cristianismo es la
Solidaridad. Muchos hermanos hoy en día, al igual que el hombre de la piscina,
no tienen quien les tienda una mano, quien les ayude a salir de su problema...
quien les lleve a conocer a Jesús. ¿Te has puesto a pensar cuánta gente a tu
alrededor está esperando a que le tiendas la mano?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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