08/02/2013
Primera Lectura
Hebreos 13, 1-8
Lectio
Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se
olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado
ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos
estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados,
pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.
Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una
vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio,
Dios los habrá de juzgar.
Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada
quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te
abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor
cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?
Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de
Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo
ayer, hoy y siempre.
Meditatio
Como en todos los tiempos, el cristiano tiene que poner
atención en tres aspectos fundamentales de la vida: Por un lado, estar siempre
abierto a los demás y ejercer la caridad con gran alegría, teniendo siempre
presentes a aquellos que sufren, especialmente a los que sufren por causa del
Evangelio; si nuestra fe hoy es poco valorada es porque hemos dejado de lado la
atención a los pobres y marginados y nos hemos ido haciendo cada vez más
egoístas pensando sólo en nuestros problemas. Por otro lado, es necesario estar
siempre alertas contra el pecado, pues es lo único que nos puede llevar a la
muerte eterna; no podemos bajar la guardia ni un solo momento, recuerda que
somos débiles, que el espíritu está pronto pero la carne es débil. Y,
finalmente, la confianza plena y total en Dios; si bien hoy pasamos por
momentos difíciles en todo el entorno económico mundial, esto no es exclusivo
de esta época. El cristiano sabe que tiene un Padre amoroso que siempre cuida
de él, por lo que vive en paz y con alegría.
Hermanos, no dejemos atrás estas cosas, escuchemos hoy la
voz del Señor que en esta carta habla a nuestro corazón y nos invita a ser para
el mundo luz y sal: respondámosle con alegría.
Oratio
Dios amor, te pido que pongas en mi corazón ese amor que es
tu esencia, quiero sentir a cada momento la necesidad de atenderte a ti en el
que más necesita, en el que sufre y en el que no te conoce, santifica mi vida
en el servicio y la entrega desinteresada. Sé muy bien que tú cuidas de mí y
que nunca me dejarás ni me abandonarás.
Operatio
Hoy iré con algún necesitado —preso o enfermo— y atenderé su
necesidad, pensando que es a Jesús a quien estoy atendiendo.
El Evangelio de hoy
Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido
tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había
resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y
otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía:
"Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y
encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su
hermano Filipo, y Juan le decía: "No te está permitido tener por mujer a
la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería
quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan,
porque sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo
oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte,
a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños.
La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a
Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo
que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que
me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?"
Su madre le contestó: "La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella
inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en
una charola, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a
los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo,
que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo
la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su
madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a
recoger el cadáver y lo sepultaron.
Reflexión
La cobardía siempre será causa de injusticias. De la misma
manera que Jesús es condenado por cobardía, así fue la suerte para san Juan. Y
esta es la suerte que corren muchos de nuestros hermanos a manos de personas
"buenas" pero cobardes. Hombres y mujeres que saben que lo que harán
es una injusticia, pero ante el temor de perder su "buena fama", su
posición, su trabajo, etc. son capaces de cometer las peores atrocidades.
Nosotros no estamos exentos de experimentar esta cobardía, pues nuestra
naturaleza es débil y ante una situación extrema, podríamos correr el riesgo de
traicionar a Jesús y su evangelio. De ahí la importancia de la oración y de la
vida de intimidad con Jesús. Ya lo decía el Maestro: "Velen y oren para
que no caigan en la tentación". Cuando se presenta ante nosotros una
situación de injusticia no hay lugar para la cobardía.
El amor a Cristo nos apremia y habrá llegado el momento de
mostrarnos verdaderamente como cristianos. ¿Estás preparado?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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