04/01/2013
Primera Lectura
Hebreos 11, 32-40
Lectio
Hermanos: ¿Para qué seguir hablando sobre el poder de la fe?
Me faltaría tiempo, si tuviera que exponer en detalle lo que hicieron Gedeón,
Baruc, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Por su fe, ellos conquistaron
reinos e hicieron justicia, lograron que se fueran cumpliendo las promesas
divinas, cerraron las fauces de los leones, dominaron la violencia del fuego,
se salvaron del filo de la espada, vencieron las enfermedades, fueron valientes
en la guerra y pusieron en fuga a los ejércitos extranjeros.
Hubo también algunas mujeres, que por su fe obtuvieron la
resurrección de sus hijos muertos. Muchos, sometidos a las torturas,
prefirieron no ser rescatados, para alcanzar así la resurrección. Unos
sufrieron escarnios y azotes, cadenas y cárcel. Otros, fueron apedreados,
aserrados, torturados y muertos a espada; anduvieron errantes, cubiertos con
pieles de ovejas y de cabras, faltos de todo, pasando necesidad, apuros y malos
tratos. Esos hombres, de los cuales no era digno el mundo, tuvieron que vagar
por desiertos y montañas, por grutas y cavernas.
Sin embargo, todos ellos, aunque acreditados por su fe, no
alcanzaron a ver el pleno cumplimiento de la promesa: es que Dios había
dispuesto para nosotros algo mejor y no quería que ellos llegaran, sin
nosotros, a la perfección.
Meditatio
Cuando hablamos de la fe estamos hablando no de un concepto,
sino de una actitud ante la vida. Solamente cuando el hombre es sometido a la
prueba, es cuando en realidad puede entender lo que significa tener o no fe.
Tener fe, creerle a Dios, es ir en contra de todas las
evidencias y es por ello que sólo cuando todas las evidencias son contrarias a
lo que Dios nos ha ofrecido, es cuando se entiende con exactitud lo que
significa tener fe.
Así, por ejemplo, cuando uno ve sufrir a un hermano o a un
hijo, cuando muere o enferma gravemente un niño, cuando entramos en contacto
estrecho con el dolor y el sufrimiento, es cuando se pone a prueba nuestra fe,
pues no es fácil creer que detrás de todas estas "desgracias" está un
proyecto de amor y que el Dios revelado por Cristo, es verdaderamente un Padre
amoroso al cual no le gusta ver sufrir a sus hijos. Esto es la fe.
Finalmente, es tener la seguridad de que Dios, que es amor,
está obrando con amor y misericordia en medio de nuestras crisis. Sólo desde
ésta perspectiva podemos entender la fe de Abraham y de María. En medio de un
mundo rodeado de dolor, de guerras, de violencia y enfermedad, hoy más que
nunca debemos fortalecer la fe en el Dios del amor, de la paz y de la
fraternidad.
Oratio
Señor Dios, que por medio de tu Espíritu Santo, despiertas
en nosotros el don de la fe, ayúdanos a ser fieles a ti y dóciles a tu palabra
para vivamos iluminados por esa presencia tuya que nos da la certeza de que
siempre estás a nuestro lado, comunicándonos la vida y despertando en nosotros
la esperanza que se funda en que siempre cumples tus promesas, que jamás
desoyes nuestras oraciones y de que nunca abandonas a los que confían en ti.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Operatio
El día de hoy, aunque todo parezca ir en contra mía, tendré
la confianza de que Dios nunca me abandona, y así se lo haré saber a quienes al
toparse conmigo, muestren dudas o temores, porque sé que Dios siempre está a mi
lado.
El Evangelio de hoy
Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret,
Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído
por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían
sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él
rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para
dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y
golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr,
vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú
conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me
atormentes".
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo
que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te
llamas?" Le respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Y
le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en
la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de
aquí para meternos en esos cerdos". Y él se lo permitió. Los espíritus
inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos,
unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo
sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio,
sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les
contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos
comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que
lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: "Vete a
tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el
Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por
la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían
se admiraban.
Reflexión
Esta historia del Evangelio nos parecería estar lejana a
nuestra realidad, sin embargo, la verdad es que se repite frecuentemente hoy en
nuestra sociedad dominada por el materialismo. Jesús sana y libera a un hombre,
a un ser humano que sufría a causa de unos demonios. Al hacerlo, los demonios
destruyen toda una piara de cerdos. Los habitantes, en lugar de agradecer el
haber liberado y sanado al pobre hombre que sufría, se preocupan más por la
pérdida material de una piara de cerdos. ¿Vale más la piara de cerdos que la
salud y bienestar de un ser humano? Como consecuencia, la comunidad rechaza a
Jesús.
Como vemos, la historia se repite una y otra vez. Hoy es más
importante la cantidad de producción y la eficiencia, que la vida familiar,
social y económica de los trabajadores; son más importantes nuestras
pertenencias, que el bien social de la comunidad; es más importante el trabajo
y el bienestar económico, que la vida familiar y la atención a los hijos.
Preferimos lo material a lo espiritual. Y cuando Jesús, a través de la
Escritura o de la Iglesia, nos advierte de esto, o busca ayudarnos a liberarnos
de estas esclavitudes, la respuesta es: ¿Qué tiene la Iglesia (o el mismo
Jesús) que decirme sobre qué es más importante? ¿Qué tiene que hacer en mis
negocios, en mi medio social, en mi vida?
No dejemos que nos domine lo material. Dios nos ha regalado
todas las cosas materiales, las cuales son buenas y son para nuestro bienestar,
pero jamás deberán estar por encima de los valores, como son: la vida humana,
la vida familiar, y la protección del medio ambiente. Nada vale una piara de
cerdos comparada con la alegría que produce el ver a un hermano sano y feliz.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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