30/01/2013
Primera Lectura
Hebreos 10, 11-18
Lectio
Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en
el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar
los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se
sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus
enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos
para siempre a los que ha santificado.
Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje
de la Escritura: La alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos
días, palabra del Señor, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su
mente y voy a grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les perdonaré
sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados. Ahora bien, cuando los pecados
han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Meditatio
La novedad más grande del Nuevo Testamento es que la ley de
Dios no es una ley escrita, sino una ley grabada en lo más íntimo de nuestro
corazón. Es la inhabitación del Espíritu Santo que nos lleva con dulzura y
convicción a hacer lo que agrada a Dios. Por ello, el cristiano no se deja
llevar por sus pasiones, pues es el Espíritu quien conduce su vida, de manera
que la ley del amor se manifieste en todo momento.
Los mandamientos escritos por Moisés en la roca: No matarás,
no robarás, no levantarás falso testimonio, etc., quedan superados por una ley
interior, que nos hace reconocer en cada persona a un hermano, el cual es
sujeto de nuestro amor, por lo que no sólo no hago lo prohibido en la ley, sino
que, impulsado por el amor de Dios, me siento movido incluso a perdonarlo y a
buscar su bien en todo momento.
Dale más tiempo a tu oración personal, que es como el
"alimento" del Espíritu, y verás cómo la ley del amor, impresa en tu
corazón, comienza a desarrollarse y se manifiesta con ímpetu.
Oratio
Espíritu Santo, inhabítame y así santifícame, pues es el
anhelo de mi corazón que todo mi ser, e incluso mis impulsos, estén dirigidos
por tu presencia profunda en mi interior; recibe mi corazón como tu morada y
hazlo como tú quieras, hazlo como Cristo. Amén.
Operatio
Hoy durante el día le diré, de todo corazón y constantemente
al Espíritu Santo:"Espíritu Santo, Inhabítame y Santifícame.
El Evangelio de hoy
Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al
lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una
barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les
estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:
"Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba
sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los
comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como
la tierra no era profunda, las plantas brotaron en seguida; pero cuando salió
el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron
entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron
madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron
brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por
uno". Y añadió Jesús: "El que tenga oídos para oír, que oiga".
Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le
preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: "A
ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que
están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más
que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados".
Y les dijo a continuación: "Si no entienden esta
parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la
palabra.
‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra
la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la
palabra sembrada en ellos.
‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los
que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen
raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por
causa de la palabra, se dan por vencidos.
‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que
escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de
las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y
la hacen estéril.
Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son
aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de
treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno".
Reflexión
Es curioso que a pesar de que Jesús ha sido muy, pero muy
claro en la explicación de esta parábola, todavía después de tantos años muchos
de nosotros seguimos con la actitud de sus oyentes, pues oyendo no entendemos.
Si nosotros somos esa tierra fecunda, dispongámosla a la recepción de la
Palabra. No cerremos nuestro corazón, ni dejemos que una vez sembrada sea
ahogada por el mundo y sus seducciones.
Meditemos diariamente el mensaje que la Palabra, en sí
misma, quiere darnos para nuestra vida cristiana. Vivir de acuerdo a la Palabra
de Dios es nuestra única posibilidad de ser perfecta y santamente felices. Por
ello, es una excelente costumbre cristiana el traer siempre consigo la Biblia.
¿Tú qué piensas?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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