19/12/12
Primera Lectura
Jueces 13, 2-7. 24-25
Lectio
En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de
Dan, llamado Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. A esa mujer
se le apareció un ángel del Señor y le dijo: "Eres estéril y no has tenido
hijos; pero de hoy en adelante, no bebas vino, ni bebida fermentada, ni comas
nada impuro, porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No dejes que la
navaja toque su cabello, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno
de su madre y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos".
La mujer fue a contarle a su marido: "Un hombre de Dios
ha venido a visitarme. Su aspecto era como el del ángel de Dios, terrible en
extremo. Yo no le pregunté de dónde venía y él no me manifestó su nombre, pero
me dijo: ‘Vas a concebir y a dar a luz un hijo. De ahora en adelante, no bebas
vino ni bebida fermentada, no comas nada impuro, porque el niño estará
consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta su muerte‘".
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció
y el Señor lo bendijo y el espíritu del Señor empezó a manifestarse en él.
Meditatio
Al acercarse la Navidad, la liturgia nos va proponiendo las
diferentes imágenes que mantendrían siempre viva la esperanza del Mesías. En
esta lectura Dios promete a su pueblo librar, por medio de Sansón, de la
tiranía que ejercían sus enemigos sobre ellos.
El Adviento debe, por ello, ser un tiempo en que se alimenta
la esperanza de vernos liberados definitivamente de la tiranía del pecado sobre
todos nosotros. Si bien es cierto que por los méritos gloriosos de Jesús hemos
sido ya liberados del pecado, éste ejerce sobre nosotros su tiranía, buscando
por medio de la tentación, seducirnos y mantenernos a su merced.
La oración, propia de este tiempo, debe hacer crecer el
poder de Dios en nosotros, que vaya poniendo a raya la seducción del demonio y
nos vaya llevando a una libertad más perfecta. Jesús, es nuestro Mesías
liberador pero, para que ejerza esa acción salvífica en nosotros, debemos darle
más espacio en nuestra vida. Aprovecha, pues, este tiempo, para aumentar tu
diálogo amoroso con él, ábrele tu corazón y deja entrar el Evangelio a tu vida.
Oratio
Señor, libérame de aquellos malos hábitos que me esclavizan,
quiero sentir la gloriosa libertad de los hijos de Dios en todos los aspectos
de mi vida; muéstrame el camino para modificar esas costumbres que me alejan de
ti y de mis hermanos. Te lo pido por el gran amor que me tienes.
Operatio
Hoy haré una lista de los hábitos negativos que están
afectando mi vida espiritual, buscaré alguna actividad que los sustituya y
trabajaré arduamente para superarlos.
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 5-25
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote
llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón,
llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían
irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero
no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante
Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los
sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras
todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.
Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la
derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor
se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu
súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le
pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos
se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del
Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el
seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del
Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los
padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y
prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo".
Pero Zacarías replicó: "¿Cómo podré estar seguro de
esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada". El
ángel le contestó: "Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido
enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo
y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en
mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se
extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en
esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de
hacerse entender por señas y permaneció mudo.
Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa.
Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver,
pues decía: "Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio
que pesaba sobre mí".
Reflexión
Este pasaje, leído en este tiempo, nos invita a reflexionar
sobre nuestra fe. En él, leemos la falta de fe que manifiesta Zacarías ante la
promesa de tener un hijo. Parecería que Zacarías, hombre dedicado al culto de
Dios y versado en la Escritura, no supiera que Dios es Todopoderoso y que es
capaz de hacer eso y mucho más, pues para él nada es imposible.
Valdría, entonces, la pena revisar ¿cómo está nuestra fe
ante la fiesta que nos preparamos a celebrar? ¿Podríamos decir que nosotros sí
creemos que Dios está con nosotros, que nos acompaña, que nos asiste? ¿Creemos
que la Navidad es el evento por el cual Jesús, el Hijo de Dios se encarna y
pone su tienda entre nosotros? ¿Será verdad que nosotros los cristianos verdaderamente
creemos que Dios es infinitamente poderoso como para hacer que nuestra vida
pueda mantener la paz y la alegría a pesar de las dificultades de esta vida? ¿O
será quizás que sea precisamente por esta falta de fe que el cristianismo
permanece mudo?
Se acerca la fiesta del Nacimiento de Jesús, no dejemos
pasar la oportunidad de crecer en la fe. No permitamos que nuestro activismo,
propio de este tiempo, nos prive de la oportunidad para reflexionar y orar.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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