22/11/2012
Primera Lectura
Apocalipsis 5, 1-10
Lectio
Yo, Juan, vi en la mano derecha del que estaba sentado en el
trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y
vi un ángel poderoso, que gritaba con fuerte voz: "¿Quién es digno de
abrir el libro y de romper sus sellos?" Pero nadie, ni en el cielo ni en
la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni ver su contenido.
Lloré mucho porque no había nadie digno de abrir el libro y
de ver su contenido. Entonces, uno de los ancianos me dijo: "Ya no llores,
porque ha vencido el león de la tribu de Judá, el descendiente de David, y él
va a abrir el libro y sus siete sellos".
Vi entonces junto al trono, en medio de los cuatro seres
vivientes y de los ancianos, un Cordero. Estaba de pie, y mostraba las señales
de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete
espíritus de Dios, enviados por toda la tierra. Se acercó y tomó el libro de la
mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y al tomarlo, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con sus
cítaras y sus copas de oro llenas de incienso, que significan las oraciones de
los santos. Y se pusieron a cantar un cántico nuevo, diciendo:
"Tú eres digno de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste sacrificado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de todas las razas y lenguas,
de todos los pueblos y naciones,
y con ellos has constituido un reino de sacerdotes,
que servirán a nuestro Dios y reinarán sobre la
tierra".
Meditatio
Este pasaje nos propone dos elementos de reflexión. Por un
lado nos muestra por medio de elementos simbólicos (postrarse delante de él y
ofrecerle incienso) cómo la Iglesia desde sus orígenes ha reconocido a Jesús
como Verdadero Dios igual que el Padre.
Por otro, revela la relación que hay entre Jesús, el Cordero
de Dios, y los hombres: él es nuestro DUEÑO, pues él nos compró con su sangre;
pero aún más, somos parte ahora de un pueblo de sacerdotes, destinado a servir
a Dios y a regir la tierra.
Uno de los problemas de nuestros cristianos hoy (como
seguramente lo era en tiempos del apóstol) es el hecho de la falta de
identidad. No nos hemos dado cuenta de "quién es Jesús" y/o
"Quiénes somos nosotros". Parecería que no nos hemos dado cuenta, que
somos propiedad de Dios y que toda nuestra vida tiene como único propósito el
servir a Dios y ordenar la tierra, construir en ella el Reino de los Cielos
(Justicia, Paz y Gozo en el Espíritu Santo).
Piensa por un momento, como diría san Agustín:
"¡Cristiano!, ¿quién eres?" Si realmente eres propiedad de Jesús,
deja que él gobierne tu vida, dale gloria como Dios y construye el Reino en
medio de tu comunidad.
Oratio
Señor, te pertenezco, pues me adquiriste a un alto precio, a
un precio de sangre, tu sangre, así que te rindo mi vida, mis deseos, mis
emociones, sentimientos, pensamientos, mi cuerpo, en fin todo mi ser; gobierna
tú y dirige mi vida hacia ti, Dios mío. Que te pueda reflejar al mundo y esperar
tu gloriosa manifestación.
Operatio
Hoy meditaré en las cosas que me atan y que no he podido
erradicar de mi vida. Y diré: "Por la sangre de Jesús me declaro libre de
mis ataduras y comprado por él; me declaro pertenencia de Jesús
perpetuamente".
El Evangelio de hoy
Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y
contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó:
"¡Si en este día comprendieras tú lo que puede
conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que
tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas
partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra
sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba".
Reflexión
La única cosa que no puede ser perdonada, dirá Jesús en otro
lugar, es el pecado contra el Espíritu Santo, que no es otra cosa que la
resistencia a la conversión.
Al ir terminando el año litúrgico (que será la próxima
semana) la Iglesia nos invita a revisar nuestro estado de conversión. Ha pasado
ya un año desde el pasado Adviento (inicio del año litúrgico). ¿Podríamos decir
que hemos aprovechado las oportunidades de crecer espiritualmente que Dios nos
ha dado durante este año? Oportunidades realizadas, en esa visita silenciosa
que nos ha hecho semana tras semana en la Eucaristía, en su Palabra, en la
presencia de los amigos, de los pobres, etc. Jesús lloró por la incapacidad de
conversión de Jerusalén. Tomémonos unos minutos para evaluar nuestra respuesta.
¡Aún hay tiempo!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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