7/08/2012
Primera Lectura
Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22
Lectio
Estas palabras le fueron dirigidas a Jeremías de parte del
Señor: "Esto dice el Señor, Dios de Israel: 'Escribe en un libro todas las
palabras que te he dicho' ".
"Esto dice el Señor:
'Tu quebranto es irremediable
e incurables tus heridas.
Estás desahuciado.
Hay heridas que tienen curación,
pero las tuyas no tienen remedio.
Todos tus amantes te han olvidado
y ya no preguntan por ti.
Como si fuera tu enemigo te herí
y te impuse un cruel castigo
por tu gran culpa, por tus enormes pecados.
¿Por qué te quejas de tus heridas?
Tu dolor es irremediable.
Por tu gran culpa, por tus enormes pecados
te he tratado así' ".
"Esto dice el Señor:
'Yo cambiaré la suerte del pueblo de Israel:
lo haré volver a su patria;
me apiadaré de sus casas,
la ciudad será reedificada
sobre sus propias ruinas
y el templo será reconstruido
tal como era.
Se escucharán himnos de alabanza
y los cantos de un pueblo que se alegra.
Y los multiplicaré y ya no serán pocos,
los honraré y ya no serán despreciados;
sus hijos serán como eran antes,
la comunidad que está delante de mí,
y yo castigaré a todos sus enemigos.
Un príncipe nacerá de mi pueblo,
uno de ellos mismos será su jefe.
Yo lo haré acercarse y él vendrá hasta mí;
porque, si no, ¿quién se atreverá a acercarse a mí?
Ustedes serán mi pueblo
y yo seré su Dios' ".
Meditatio
El profeta escribe ahora a los exiliados que sufren las
consecuencias de la rebeldía de sus reyes y, en general, de todo el pueblo que
no quisieron escuchar la voz de Dios y se aferraron a su pecado y buscaron
hacer su vida por cuenta propia. Es tal la situación de miseria que
experimentan los exiliados que piensan que Dios se ha olvidado de ellos y que
no volverán a sus hogares. Sin embargo, Dios, por medio de Jeremías, les
recuerda que él es un Dios fiel, que no permanece siempre enojado y que los ha
de regresar a sus casas.
En este pasaje queda manifiesto que no importa nuestro
pecado, Dios permanecerá siempre fiel, basta que nosotros busquemos con
sinceridad la conversión, el reencuentro con Dios para que toda nuestra vida se
vuelva a enderezar. San Pablo, escribía a los romanos, que “donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia”. Nuevamente Dios muestra su inmensa e infinita
misericordia por todos y cada uno de nosotros; ese deseo ferviente que busca
que nadie se pierda, antes bien, que todos lleguen al conocimiento pleno de la
verdad, que es su Hijo Jesucristo.
Hermano, no importa cuán grande haya sido tu pecado, tu
traición para con Dios, siempre habrá misericordia; Dios siempre estará
dispuesto a reconstruir tu vida.
Oratio
Gracias, Señor, porque a pesar de mi infidelidad, tú siempre
permaces fiel buscando lo mejor para mi vida. Es algo que no entiendo pero que
acepto con gran amor y reverencia. Acepto, Señor, tu misericordia, acepto que
reedifiques mis ruinas y rehagas mi casa, es decir, mi interior, el lugar en
donde tu Espíritu ha venido a vivir. Levántame con tu gracia y que cada vez más
mi ser pueda ser un digno templo de tu Espíritu Santo.
Operatio
Hoy cantaré constantemente al Señor en señal del gozo y
gratitud por su misericordia.
El Evangelio de hoy
Mateo 14, 22-36
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación
de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran
a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió
al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las
olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue
hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el
agua, se espantaron y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de
terror. Pero Jesús les dijo en seguida: "Tranquilícense y no teman. Soy
yo".
Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir
a ti caminando sobre el agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro
bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir
la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó:
"¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo
y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que
estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú
eres el Hijo de Dios".
Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo
reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la
región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar
siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron quedaron curados.
Reflexión
Decir que se tiene fe cuando todo marcha sobre ruedas,
cuando la economía florece, cuando la salud no se quebranta, cuando el mundo
abre sus flores para nosotros, ciertamente es fácil. Sin embargo, la verdadera
fe se prueba desafiando el mar, confiando ciegamente en el poder, el amor y la
misericordia de Dios. La verdadera fe es la que nos hacer permanecer de pie en
medio del mar cuando las olas y el viento se embravecen; cuando se pierde la
salud, los negocios se tambalean, la fama y el honor se deterioran y se pone en
juego todo lo que tenemos.
El evangelio de hoy nos hace ver lo que significa creer que
Jesús es verdaderamente, como lo reconocerán al final los demás, “el Hijo de
Dios”. Pedro desafía el mar y el viento, se dispone a hacer lo que parecería
imposible para un hombre, pero confiado en la palabra de Jesús que le ha dicho
“ven”, se lanza a la aventura de la fe. La prueba es fuerte y la fe se
debilita, sin embargo, Jesús está cerca de él y jamás permitirá que su intento
fracase.
En medio de nuestras pruebas, de nuestros hundimientos y
naufragios, Jesús está ahí, para darnos una mano y llevarnos de nuevo al
puerto. Jesús nos llama a hacer lo que parece ser imposible para el hombre: ser
santos. Baja de la barca de tu seguridad y camina hoy hacia Él.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario