14/08/2012
Primera Lectura
Ezequiel 2, 8-3, 4
Lectio
Esto dice el Señor: "Hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte y no seas rebelde como la casa rebelde. Abre la boca y come lo que voy a darte".
Vi entonces una mano tendida hacia mí, con un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por dentro y por fuera; tenía escritas lamentaciones y amenazas. Y me dijo: "Hijo de hombre, come lo que tienes aquí; cómete este libro y vete a hablar a los hijos de Israel".
Abrí la boca y me dio a comer el libro, diciéndome:
"Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este libro que te doy". Me lo comí y me supo dulce como la miel. Y me dijo: "Hijo de hombre, anda; dirígete a los hijos de Israel y diles mis palabras".
Meditatio
El texto que leemos el día de hoy nos presenta al profeta comiendo un rollo con palabras en él. Los expertos consideran que lo que le pedía el Señor que hiciera, es que se alimentara con la Palabra de Dios, particularmente con la Ley, para que su labor como profeta estuviera radicada no en pensamientos humanos, sino en la Palabra del Señor. El pueblo de Israel, la casa rebelde, había recibido también esa palabra pero, como hoy lo dice el Señor, no había querido alimentarse con la Sabiduría divina prefiriendo dirigir su vida por los ídolos.
Hoy nos ocurre cosa semejante, pues es triste ver que la mayoría de los cristianos católicos no leen la Sagrada Escritura, no la conocen. La mayoría se conforma con lo que escucha en la misa y la gran mayoría que ni a misa va, pues esos ni siquiera la han hojeado. El Señor te invita a ti, a mí, a todos los que nos acercamos a él, a que nos alimentemos de su Palabra como el profeta Ezequiel, para convertirnos en sus profetas, en predicadores de las Buenas Noticias de salvación. Este alimento, no sólo nos servirá para fortalecernos, sino incluso para encontrar felicidad y paz en nuestras vidas.
No dejes de tomar un buen alimento espiritual todos los días y ponte a las órdenes del Señor, para que, a donde te envíe, puedas ser su profeta y ayudar a este mundo a regresar a Jesús.
Oratio
Tu Palabra Señor, siempre es como un bálsamo suave que cubre mi vida de bendiciones, es el faro que me guía a puerto seguro y mi asidera en tiempos de tribulación. Háblame, Señor, por medio de ella y que tu Espíritu Santo me inspire constantemente y me haga sentir la grave necesidad que tengo de ella, para no apartarme de ti y meditarla despierto y aún mientras duermo.
Operatio
Hoy meditaré e intentaré memorizar una parte del Salmo 19.
El Evangelio de hoy
Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?"
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: "Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños".
Reflexión
Dos grandes enseñanzas nos vienen de este pasaje de la Escritura. El primero nos ayuda a entender que la grandeza del hombre, contrariamente a lo que el mundo nos diría, no está en ser el más importante (de la oficina, de la escuela, de la ciudad, del mundo), sino en el vivir con sencillez la vida, como lo hace un niño. El niño no se afana por estas ideas de nosotros los adultos. Su mundo infantil está lleno de pequeñas cosas, de sencillez, de mansedumbre y de inocencia. El segundo, y que quizás hoy tiene una importancia capital, es el cuidado que debemos tener con los niños, sobre todo, en su formación.
Nuestros niños crecen hoy expuestos a muchos y graves peligros en su formación. La televisión, los videojuegos, la falta de atención de muchos padres que, bajo la premisa del trabajo de ambos, los dejan crecer sin mucha tutela, hacen que nuestros pequeños pierdan rápidamente la inocencia, los hacemos adultos en unos cuantos años. Y lo más grave, es que se hacen adultos con criterios, muchas veces, contrarios al Evangelio. Su mundo hoy está formado por monstruos espaciales, armas, guerras, mujeres que distan mucho de ser el ideal femenino y una gran violencia. Es necesario que tomemos con seriedad lo que hoy nos dice Jesús: “El Padre no quiere que ninguno de estos niños se pierda”. La pregunta que surge es: Y tú, ¿qué vas a hacer?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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