11/07/2012
Primera Lectura
Oseas 10, 1-3. 7-8. 12
Lectio
Israel era una viña frondosa
que daba abundante fruto.
Pero cuanto más se multiplicaban sus frutos,
más se multiplicaban sus altares paganos;
cuanto más rico era el país,
más ricos fueron sus monumentos a los ídolos.
Su corazón está dividido
y van a pagar sus culpas.
El Señor derribará sus altares
y demolerá sus monumentos.
Pero ellos dicen: "No tenemos rey".
Pero si no temen al Señor,
¿qué podrá hacer por ellos el rey?
Samaria y su becerro desaparecerán
como espuma sobre el agua.
Todos los santuarios de los ídolos serán destruidos
y sobre sus altares crecerán espinas y cardos,
porque la idolatría ha sido el pecado de Israel.
Entonces gritarán a los montes: "¡Cúbrannos!",
y a las colinas: "¡Sepúltennos!"
Siembren justicia y cosecharán misericordia;
preparen sus tierras para la siembra,
pues ya es tiempo de buscar al Señor,
para que venga y llueva la salvación sobre ustedes.
Meditatio
El profeta ahora toca un tema que es digno de reflexionar
por nosotros: la abundancia como una trampa para alejarnos del Señor.
El pueblo de Israel había progresado grandemente en su
agricultura y ganadería que sus habitantes se habían enriquecido grandemente
(de manera lícita). Sin embargo, esta riqueza los había llevado a olvidarse de
Dios, a sentirse poderosos y a no necesitar ni a Dios ni siquiera al mismo rey.
Este es uno de los grandes peligros de la riqueza. Y no es que la riqueza en sí
misma sea mala, sino que el corazón del hombre, dañado por el pecado, entre más
tiene más quiere y el egoísmo se apodera con facilidad del corazón humano y lo
pervierte. Es entonces que se olvida de los demás para pensar en sí mismo, en
tener más.
Nos lleva a los nuevos ídolos que, en general, están
relacionados con el placer. Para el poder y el tener, es necesario un corazón
misericordioso y que mantenga su centro en Jesús, para que recuerde siempre que
lo que tiene no lo tiene porque él sea muy importante, sino porque el Dios de
la misericordia, lo ha constituido en canal de bienestar para otros, por lo que
no se pude apropiar de nada. Debe considerase siempre sólo un servidor, un
instrumento de Dios.
Esto es prácticamente imposible si no hay vida espiritual.
Es, pues, necesario, tener cuidado con los bienes materiales, que aunque son
buenos y nos es lícito progresar, pueden ser un grave obstáculo para
pertenecerle por completo a Dios.
Oratio
Ante ti, Señor Jesús, me rindo hoy, quiero reafirmar mi
decisión de pertencerte por entero y de servirte con corazón indiviso. Pondré
todo mi empeño por crecer, más que en bienes y riquezas, en justicia y en la
siembra de virtudes; por tu gran amor, Señor, haz llover sobre mí tu gracia y
Espíritu para que fructifique en salvación y vida eterna.
Operatio
Hoy me privaré de algo a lo que estoy acostumbrado y
recordaré que puedo prescindir de todo menos del Señor.
El Evangelio de hoy
Mateo 10, 1-7
En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les
dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de
enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de
todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan,
hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago,
hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el
traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
"No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan
más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y
proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos".
Reflexión
Generalmente se tiene la idea de que el Reino de los cielos
es el cielo en sí mismo y que por lo tanto se vivirá sólo después de la muerte.
La realidad es que el Reino de los cielos es el cielo vivido en la tierra; es
vivir ya una realidad que llegará a la plenitud en la eternidad. Esta realidad
se identifica sobre todo con un estado interior del hombre que lo lleva a
experimentar continuamente la paz, la alegría y a superar cualquier clase de
dificultad. Es la vida que el hombre experimenta por estar habitado del
Espíritu Santo. Con esta condición interior el hombre es capaz de construir una
sociedad diferente pues percibe a los demás como sus hermanos. Por ello san
Pablo dice que el Reino de los cielos es: "justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo". Jesús les decía a sus discípulos que anunciaran que "el Reino
estaba cerca". Pues ahora, después de la muerte y resurrección del Cristo
y con el envío del Espíritu Santo, el Reino es una realidad para todos los
bautizados.
Hagámonos conscientes de esta realidad y unámonos a los
apóstoles para hacer del conocimiento de los demás que el Reino de los cielos
puede ser ya una realidad para todos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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