31/05/2012
Primera Lectura
Romanos 12, 9-16
Lectio
Hermanos: Que el amor de ustedes sea sincero; aborrezcan el
mal y practiquen el bien. Amense cordialmente los unos a los otros, como buenos
hermanos; que cada uno estime a los otros más que a sí mismo. En el
cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso
al servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes
en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus
necesidades y esmérense en la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los
maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que
reine la concordia entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al
nivel de los humildes.
Meditatio
San Pablo nos hace una serie de invitaciones concretas para
mostrar nuestra fe; no basta con saberse salvados por el acontecimiento Cristo,
es necesario vivir de una manera que manifieste que la redención ha tocado
nuestra vida. El amor debe ser auténtico. Pero, del mal dice que debe ser
aborrecido, no basta con no hacer mal a los demás, es necesario aborrecerlo. El
mal debe será algo erradicado de la vida del cristiano, por eso, Jesús invitaba
a cortar la secuencia del mal haciendo bien a quienes nos lastiman, hieren,
persiguen u odian, porque de otro modo contribuiríamos a la cadena del mal,
añadiendo los males que nosotros devolvemos a los malos. El amor, dice además,
debe ser cordial, es decir, debe nacer y brotar del corazón, que es la sede del
buen obrar y la presencia de Dios en la vida del hombre.
Oratio
Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón,
enséñanos a vivir la justicia y la solidaridad en el servicio constante a
nuestros hermanos del mismo modo que lo hizo tu Madre Santísima, para que,
asemejándonos a ella, alcancemos de ti aquella exultación que manó de tus
labios: "Bendito el que escucha la Palabra de Dios y la cumple".
Operatio
El día de hoy visitaré a aquel familiar que he descuidado un
poco en los últimos días para que con ello le lleve la bendición que mana de
Dios.
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de
las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En
cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando
la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas
llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que
has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del
Señor".
Entonces dijo María:
"Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a
su casa.
Reflexión
En este hermosísimo pasaje, san Lucas nos ha retratado el
interior de María Santísima. En él, expresa lo que sentía y pensaba, no sólo de
Dios en sí mismo y su actuación para con su pueblo, sino la profunda relación
que mantenía con él y que es el motor de toda su vida. María se presenta como
la Sierva del Señor y es por ello que su alegría más grande está en alabar a
Dios y servir a sus hermanos. Si hoy nuestra sociedad se ha vuelto más egoísta
y distante, sobre todo de los necesitados, es porque se ha distanciado de Dios,
porque no encuentra su alegría en alabarle, porque su relación con él es pobre
y fría. Es necesario que volvamos a encender el fuego del amor a Dios en
nuestros corazones, que nos demos tiempo en nuestro agitado día para orar, para
visitarlo en los sagrarios, para comulgar con más frecuencia, para
reconciliarnos sacramentalmente; en fin, para crecer en nuestra amistad con el
Señor. Sólo de esta manera el fuego de Dios en nuestro corazón, como en María,
se transformará en caridad.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario