24/05/2012
Primera Lectura
Hechos 22, 30; 23, 6-11
Lectio
En aquellos días, el comandante, queriendo saber con
exactitud de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las
cadenas, convocó a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando
consigo a Pablo, lo hizo comparecer ante ellos. Como Pablo sabía que una parte
del sanedrín era de saduceos y otra de fariseos, exclamó: "Hermanos: Yo
soy fariseo, hijo de fariseos, y me quieren juzgar porque espero la
resurrección de los muertos".
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y
saduceos, que ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan
la otra vida, sea de Angeles o de espíritus resucitados; mientras que los
fariseos admiten ambas cosas). Estalló luego una terrible gritería y algunos
escribas del partido de los fariseos, se pusieron de pie y declararon
enérgicamente: "Nosotros no encontramos ningún delito en este hombre.
¿Quién puede decirnos que no le ha hablado un espíritu o un ángel?"
El alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo
que hicieran pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí
y llevárselo al cuartel.
En la noche siguiente se le apareció el Señor a Pablo y le
dijo: "Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio
de mí, así también tendrás que darlo en Roma".
Meditatio
Ya Jesús había anunciado en el momento de la Ascensión que
el Evangelio habría de ser anunciado a todo el mundo. Pablo, que ha sido
llamado por el Señor a ser su testigo, tendrá ahora que ir hasta la cuna del
Imperio para ahí, delante del emperador, dar testimonio de Jesús.
Es importante en este pasaje el darnos cuenta que si en
principio Pablo evangelizaba por iniciativa propia e iba a donde él quería,
ahora es el mismo Señor, quien valiéndose de las circunstancias, lo envía a
Roma. Pensemos cuántas veces, Dios nos envía a diferentes ciudades, trabajos,
ambientes y nos desestabiliza, para con ello llevarnos a una nueva oportunidad
de predicar y de ser sus testigos. Lo que muchas veces consideramos una
"tragedia" o una situación desagradable, puede ser o convertirse en
la ocasión que Dios nos propone para que nuestro testimonio se haga visible y
de esta manera atraer hacia él a otras personas, que de otra manera
posiblemente nunca lo hubieran conocido.
Sepamos descubrir en todo incidente la mano amorosa de Dios
que nos invita a ser sus testigos, hasta los últimos confines del mundo.
Oratio
Sé, Señor, que en todo intervienes tú para bien de los que
te amamos, así que sólo te pido que me enseñes, con tu gracia, a ser un fiel
testigo en cada situación sin importar si me siento alegre y complacido o si me
siento triste y atribulado; que en cualquier momento esté listo para que con mi
voz y mis acciones le diga al mundo lo bueno y maravilloso que eres.
Operatio
Hoy haré un recuento de situaciones difíciles en mi vida y
voy a pensar cómo hubiera podido dar un mejor testimonio de mi fe en esos casos
para que, en un futuro, cuando volviera a pasar por alguna circunstancia
similar, dar un verdadero testimonio.
El Evangelio de hoy
Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:
"Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a
creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre,
en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea
que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea
perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me
amas a mí.
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los
que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has
amado desde antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te
conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu
nombre y se lo seguiré dando conocer, para que el amor con que me amas esté en
ellos y yo también en ellos."
Reflexión
Podríamos decir que de acuerdo a la predicación de Jesús hay
dos elementos que hacen o harían evidente el amor de Dios y por ende nuestro
ser cristiano: El primero es el amor y nuestras buenas obras. El segundo que es
el que nos menciona hoy Jesús: es "que su unidad sea perfecta". Por
ello, donde hay desunión y discordia es difícil reconocer la presencia de Dios
y de la comunidad cristiana. El libro de los Hechos nos dice que la primera
comunidad no sólo tenía todo en común sino que, y aún más importante, tenían un
sólo corazón. Por ello es triste encontrar comunidades cristianas en donde los
unos y los otros se atacan, se muerden, hablan mal unos de otros, hay envidias
y rivalidades. Con este testimonio, ¿cómo será posible que los que nos rodean
puedan creer en el Dios del amor? ¿Cómo descubrir la presencia del Dios que
unifica si constantemente somos causa de desunión, si cada uno en la comunidad
ve únicamente por su propio beneficio?
Padre, que sean uno como nosotros somos uno. Esta es la
oración que ahora pedimos al Espíritu Santo de llevarnos a la unidad. Ven
Espíritu Santo y únenos en el amor, la comprensión y el perdón.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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