10/04/2012
Primera Lectura
Hechos 2, 36-41
Lectio
El día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: "Sepa
todo Israel, con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al
mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado".
Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro
y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?" Pedro
les contestó: "Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo, para
el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de
Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que
el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos".
Con éstas y otras muchas razones los instaba y exhortaba,
diciéndoles: "Pónganse a salvo de este mundo corrompido". Los que
aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres
mil personas.
Meditatio
José Prado, un laico dedicado de tiempo completo a la
evangelización, decía que en la antigüedad bastaba un sermón para convertir a
miles de personas, hoy, ni con mil sermones logramos convertir a una persona.
La razón de ello sea tal vez que Pedro estaba realmente convencido de lo que
decía. Para él, Cristo no había sido una filosofía, sino una persona real,
alguien que le había cambiado la vida, de ser pescador de peces a pescador de
hombres. No solamente sabía que había recibido el Espíritu Santo, sino que
experimentaba su poder en él. Por ello cuando hablaba el mensaje iba cargado de
la presencia de Dios, pues hablaba de su experiencia. Reconocer que Jesús ha
resucitado, significa aceptar su vida y amor; significa dejarse transformar por
él. La Iglesia necesita hombres y mujeres que estén profundamente convencidos
de la resurrección de Cristo y que lo testifiquen en sus oficinas, en sus
escuelas, en sus hogares, viviendo de acuerdo al mensaje del Evangelio, y
siendo valientes para dar razón de su fe cuando sea necesario. Tú eres una de
estas personas.
Oratio
Jesús, reconozco que Dios te ha constituido Señor del
universo, sin embargo yo, por la fuerza del Espíritu Santo, te acepto como el
Señor de mi vida, como el dueño absoluto y quien gobierna mis pensamientos y
acciones. A partir de esto, Señor, es que quiero tener una experiencia tal de
tu amor y de la intimidad que tengo contigo, que en cuanto los demás escuchen
lo que de ti hablo, puedan sentir tu toque en su corazón, que los lleve a
preguntarse qué es lo que deben hacer para tenerte, y así pueda yo ser
instrumento para la salvación de muchos.
Usa mi vida, Señor, para que tu vida sea glorificada. Amén.
Operatio
Este día haré un recuento de todas las áreas de mi vida en
las que ahora Jesús es quien realmente tiene el control y le daré gracias por
ello. Por otro lado, también haré un recuento de las áreas de mi vida en las
que en realidad no es Jesús quien tiene el dominio, y en oración se las
entregaré.
El Evangelio de hoy
Juan 20, 11-18
El día de la resurrección, María se había quedado llorando
junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos
ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo
de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le
preguntaron: "¿Por qué estás llorando, mujer?" Ella les contestó:
"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no
sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: "Mujer, ¿por qué estás llorando?
¿A quién buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió:
"Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto". Jesús le
dijo: "¡María!" Ella se volvió y exclamó: "¡Rabuní!", que
en hebreo significa 'maestro'. Jesús le dijo: "Déjame ya, porque todavía
no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre,
a mi Dios y su Dios."
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles
que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Reflexión
En los últimos años, la Iglesia ha insistido continuamente
en la importantísima función que tienen los laicos dentro del proyecto
salvífico de Dios como ANUNCIADORES Y TESTIGOS de la resurrección de Cristo,
como nos lo muestra hoy el evangelio. Jesús se le revela a María Magdalena y la
envía como evangelizadora, como anunciadora de la gran noticia: "Está
vivo, resucitó, yo lo he visto". Es, pues, necesario que cada uno de
nosotros, como María Magdalena, tomemos nuestro papel en este anuncio. Ninguna
lengua se puede quedar callada: Cristo está vivo. Esto significa que la muerte
y el pecado han sido vencidos, que el poder de Dios guía nuestra vida, y que si
vivimos y morimos con él, reinaremos con él. ¡Aleluya hermanos: ha resucitado!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario