11/04/2012
Primera Lectura
Hechos 3, 1-10
Lectio
En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la
oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado
de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la
"Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban en el templo.
Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar,
les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo:
"Míranos". El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran algo.
Entonces Pedro le dijo: "No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo
que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina". Y,
tomándolo de la mano, lo incorporó.
Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De
un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando,
saltando y alabando a Dios.
Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse
cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta
"Hermosa" del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su
asombro por lo que había sucedido.
Meditatio
El tiempo de la Pascua nos regresa a la frescura de la vida
evangélica vivida por la primera comunidad, en donde lo sobrenatural era la
cosa más natural, en donde los milagros eran el medio para que el mundo creyera
en la resurrección y se adhiriera a la Iglesia.
Hoy en día la comunidad cristiana se asombra por una
curación milagrosa, de que una persona tenga visiones o revelaciones de Dios;
cuando esto, para una persona que vive en el Espíritu, puede ser la cosa más
natural. Esto no quiere decir que todas las visiones y milagros que la gente
dice tener o realizar tengan como fuente a Dios, sin embargo, no debería de
extrañarnos que cosas como estas sucedan, ya que en medio de un mundo incrédulo
en el que vivimos Dios se continúa mostrando con poder.
Jesús había dicho a sus apóstoles: "Ustedes harán cosas
más grandes que las que yo hice". Los signos y prodigios que Dios sigue
realizando entre nosotros tienen como objetivo manifestarle al mundo que su
Palabra es actual y verdadera, que Él continúa actuando en todos aquellos que
se ofrecen a ser sus mensajeros, y tú puedes ser uno de ellos.
Oratio
Señor, te agradezco la oportunidad que me has dado de ser
testigo de tu poder y de tu gran amor. Gracias, porque cuando yo estoy pidiendo
limosna de bendiciones, de compañía, de amor... tú me respondes de una manera
asombrosa y mucho mayor de lo que pudiera pedir o pensar.
Úsame, Señor, para que los que están necesitados de tu
presencia y de la fe en ti, pueda yo mostrarles tu poder inconmensurable y de
ese modo puedan orientarse del todo a ti y que puedan vivir su vida andando,
saltando y alabándote.
Operatio
Este día buscaré a alguien necesitado y en el nombre de
Jesús le daré mucho más de lo que necesita.
El Evangelio de hoy
Lucas 24, 13-35
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos
hacia a un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y
comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y
comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban
velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen
hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú
el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en
Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron:
"Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras,
ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros
esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya
tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de
nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no
encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos
ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron
al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo
vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y
qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no
era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su
gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les
explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que
iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros,
porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con
ellos. Cuando estaba a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se
les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro
corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde
encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron:
"De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón".
Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Reflexión
San Lucas, en este pasaje, sintetiza lo que ya desde el
principio de su evangelio ha venido diciendo: Dios se ha acercado a nosotros,
nos ha salido al camino haciéndose uno de nosotros. Los judíos no lo reconocieron,
ni tampoco ahora lo reconocieron los mismos discípulos. Dejando el cielo se
puso a caminar con el hombre, para instruirlo en el camino de la vida pero,
como dirá San Juan: "los suyos no lo reconocieron, pero a los que lo
reconocieron les dio el poder llegar a ser hijos de Dios".
Jesús continúa saliéndonos al encuentro de las formas más
inusitadas: en un amigo, en los acontecimientos de todos los días, y ni qué
decir en la Palabra de Dios, la oración y los sacramentos. Jesús ha tomado una
opción por el hombre, y su deseo es acompañarnos hasta que lleguemos todos al
cielo.
Si nuestros ojos están oscurecidos, pude ser porque, como
los discípulos de Emaús, no creemos aún que está vivo y que tiene
verdaderamente poder para cambiar nuestra vida. Pidamos todos los días al
Espíritu Santo que abra nuestros ojos y que inflame nuestro corazón para
descubrir cómo Jesús nos acompaña en nuestra diaria jornada.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario