30/03/2012
Primera Lectura
Jeremías 20, 10-13
Lectio
En aquel tiempo, dijo Jeremías:
"Yo oía las calumnias de la gente que decía:
‘‘Denunciemos a Jeremías,
denunciemos al profeta del terror‘‘.
Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos,
esperaban que tropezara y me cayera, diciendo:
‘‘Si se tropieza y se cae, lo venceremos
y podremos vengarnos de él‘‘.
Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado;
por eso mis perseguidores
caerán por tierra y no podrán conmigo;
quedarán avergonzados de su fracaso
y su ignominia será eterna e inolvidable.
Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo
y conoces lo más profundo de los corazones,
haz que yo vea tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa.
Canten y alaben al Señor,
porque él ha salvado la vida de su pobre
de la mano de los malvados".
Meditatio
Ciertamente Jeremías tenía muchos enemigos que se oponían a
su predicación, y con ello, a que se realizara la voluntad de Dios. Hoy
nosotros podríamos decir que tenemos un solo enemigo y es nuestro pecado, es
todo aquello que, como en tiempos del profeta, se opone a que el Reino de los
cielos se establezca, primeramente en nuestro corazón y después en todo nuestro
entorno. Es una lucha iniciada en el paraíso y que continúa en nosotros hasta
el último de nuestros días. Sin embargo, a diferencia del caso de Jeremías,
nuestro enemigo ha sido ya vencido por Cristo. Si todavía tiene poder en
nuestra vida y en nuestra sociedad es porque muchas veces nuestra adhesión a
Cristo es sólo parcial y no total.
Aprópiate de la victoria de Cristo. Esta es la única
oportunidad de que, vencido nuestro enemigo, vivamos en la paz y la alegría de
Dios.
Oratio
Señor, gracias por tu victoria, me apropio de ella, me
declaro vencedor de la tentación, vencedor ante el pecado, vencedor en los
momentos de crisis, vencedor a la hora de la prueba, vencedor, incluso, de la
muerte, en fin, vencedor en todo por ti, por tu gracia.
Dios mío, cuando el enemigo se levante contra mí para
tentarme, cuando me critiquen por mi modo de vivir, cuando lo más sencillo sea
huir o evadir una situación en verdad abrumadora, recuérdame, Señor, que tú
salvas mi vida y me libras de la mano del maligno, así podré alabarte y cantar
tu amor y tu bondad.
Operatio
Este día no bajaré la guardia en las situaciones que
ordinariamente me daría por vencido, desde las más sencillas hasta las más
serias, no cederé; en las charlas difíciles, en los que no se dejan amar, en
aquello de mi trabajo que en verdad me cuesta, en perdonar aquello que tanto
trabajo me cuesta, intentaré y lo volveré a hacer, hasta que en esa situación
en concreto experimente la victoria de Jesús.
El Evangelio de hoy
Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos
cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: "He realizado ante
ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren
apedrear?"
Le contestaron los judíos: "No te queremos apedrear por
ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre,
pretendes ser Dios". Jesús les replicó: "¿No está escrito en su ley:
Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a
quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse),
¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman
blasfemo porque he dicho: '‘Soy Hijo de Dios'‘? Si no hago las obras de mi
Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las
obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el
Padre". Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las
manos.
Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde
Juan había bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a él y
decían: "Juan no hizo ninguna señal prodigiosa; pero todo lo que Juan
decía de éste, era verdad". Y muchos creyeron en él allí.
Reflexión
El problema con el mundo no es que hayamos o no hecho cosas
buenas (o incluso malas), el verdadero problema es que nuestra manera de vivir
y de pensar va en contra del mundo, esta es la verdadera causa del rechazo. Es
por ello que, cuando nuestra vida transcurre con demasiada tranquilidad, es muy
posible que nuestro testimonio cristiano no esté siendo muy creíble a los ojos
de los demás. Nuestras obras dan testimonio, o deben darlo, de nuestra
personalidad cristiana pues, al igual que Jesús, nosotros realizamos las obras
que él mismo realizó, a fin de llevar a cabo el proyecto del Padre para nuestro
mundo. No se trata pues de hablar tanto, sino de mostrar con nuestra propia
vida que pertenecemos a Cristo, que su camino es nuestro camino, que sus
proyectos son los nuestros, en fin, que ya no somos nosotros los que vivimos
sino que es Cristo quien vive en nosotros.
¿Tus proyectos son los de Cristo? Y si lo son, ¿los
defiendes y realizas con todo tu corazón?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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