16/03/2012
Primera Lectura
Oseas 14, 2-10
Lectio
Esto dice el Señor Dios:
"Israel, conviértete al Señor, Dios tuyo,
pues tu maldad te ha hecho sucumbir.
Arrepiéntanse y acérquense al Señor para decirle:
'Perdona todas nuestras maldades,
acepta nuestro arrepentimiento sincero,
que solemnemente te prometemos.
Ya no nos salvará Asiria,
ya no confiaremos en nuestro ejército,
ni volveremos a llamar "dios nuestro"
a las obras de nuestras manos,
pues sólo en ti encuentra piedad el huérfano'.
Yo perdonaré sus infidelidades, dice el Señor;
los amaré, aunque no lo merezcan,
porque mi cólera se ha apartado de ellos.
Seré para Israel como rocío;
mi pueblo florecerá como el lirio,
hundirá profundamente sus raíces, como el álamo,
y sus renuevos se propagarán;
su esplendor será como el del olivo
Volverán a vivir bajo mi sombra,
cultivarán los trigales y las viñas,
que serán tan famosas como las del Líbano.
Ya nada tendrá que ver Efraín con los ídolos.
Yo te he castigado, pero yo también te voy a restaurar,
pues soy como un ciprés verde,
y gracias a mí, tú das frutos.
Quien sea sabio, que comprenda estas cosas
y quien sea prudente, que las conozca.
Los mandamientos del Señor son rectos
y los justos los cumplen;
los pecadores, en cambio, tropiezan en ellos y fracasan".
Meditatio
Una de las cosas que más impresiona en este pasaje es la
ternura de Dios para con el pecador. Quizás, algo que todavía debamos cambiar
en nuestro corazón es nuestro concepto de Dios y de su amor infinito. Muchos de
nosotros nos pareceríamos al hijo pródigo de la parábola contada por Jesús el
cual, mientras caminaba de regreso al Padre todavía iba preparando su
"excusa" o su defensa. El final de la parábola nos muestra que no
necesitamos defensa ni excusa con Dios, pues Dios es un Padre tierno y amoroso
que nos ama INCONDICIONALMENTE. Nos ama por lo que somos: SUS HIJOS, y no por
lo que hayamos o no hecho.
Aprovechemos cualquier momento para recibir el amor y el
perdón incondicional de Dios, a través del Sacramento de la Reconciliación y
déjate abrazar por él.
Oratio
Señor, me asombra tu amor y tu misericordia; gracias por
perdonar todas mi maldades, por aceptar mi arrepentimiento sincero y porque
cada vez, a pesar de que caigo y no cumplo mi palabra, tú has aceptado
nuevamente mi promesa de volverme a ti; cura, Dios mío, mis infidelidades.
Gracias por amarme de esta manera; sé para mí como el rocío matinal, hazme
florecer con la belleza y la dulzura de una nueva vida en ti, una vida en donde
permanezca bajo tu sombra, en donde pueda olvidarme de los ídolos por lo que
tantas veces te he abandonado; restáurame, Señor, pues sólo es por ti que yo
puedo dar frutos. Dame la sabiduría necesaria para entender la justicia de tus
mandamientos y la vida que de ellos procede, que no tropiece yo, Señor, y me
extravíe de tu mano.
Operatio
En este día repasaré los mandamientos del Señor y
confrontaré mi vida con ellos. Haré énfasis en los mandamientos que más he
incumplido o pasado por alto y me haré consciente de cómo han afectado mi
persona y la de los que me rodean.
El Evangelio de hoy
Marcos 12, 28-34
En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le
preguntó: "¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?" Jesús le
respondió: "El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el
único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos".
El escriba replicó: "Muy bien, Maestro. Tienes razón,
cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo:
"No estás lejos del Reino de Dios". Y ya nadie se atrevió a hacerle
más preguntas.
Reflexión
Una de las cosas que todavía me sorprende es que cuando
hacemos nuestro examen de conciencia empezamos siempre con el segundo
mandamiento y pocas veces nos ponemos a reflexionar si realmente estamos
cumpliendo con el primero y que está a la base de todos los demás. ¿Te has
puesto a pensar sobre cuánto amas a Dios? La ley nos dice que se debe amar a
Dios con todo el corazón, con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas
pero, ¿cómo? ¿Qué significa esto?
El problema del amor, dado que es un sentimiento, siempre es
el punto de referencia. El cristiano tiene como único punto de referencia a
Cristo, es decir, al amar tenemos que hacerlo de la misma manera que él lo hizo:
hasta dar la vida por el amado. El mandamiento expresado por la ley y por
Cristo implicaría dar la vida por Dios, sin embargo, no vayamos tan lejos,
preguntémonos hoy: ¿seríamos capaces de dejar de hacer algo que es pecado por
amor a Dios? Si no somos capaces de dejar el pecado por amor a Dios, mucho
menos lo seremos de donarle toda nuestra mente, todo nuestro corazón y todo
nuestro ser para que en nuestra vida encuentre su gloria. ¿Qué tanto amas a
Dios? ¡Pruébaselo!
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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