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viernes, 23 de septiembre de 2011

FRANCIS BACON (1561)


FRANCIS BACON (1561)


La historia lo declara hijo de Sir Nicolás Bacon y Lady Anne Cooke; pero las murmuraciones de la corte anunciaron que había nacido hijo de Isabel I de Inglaterra y del favorito de los favoritos, Sir Robert Dudley, Conde de Leicester.


Francis Bacon nació en el año de 1561; y hay que recordar primeramente, que el año anterior, o sea en 1560, la reina y Dudley hicieron varios intentos de unirse en matrimonio secretamente. Todos los intentos fracasaban porque la reina dejaba de acudir a las citas clandestinas. En la última de éstas, habiendo ella prometido solemnemente que acudiría, Dudley se cansó de esperar, y ya cayendo la noche, despidió al juez y se disponía a retirarse cuando llegó la reina. Se había apresurado únicamente para decirle a Dudley que la disculpara, pero que inconvenientes insuperables de la Corte le habían impedido cumplir su palabra y lo habían estropeado todo.


La reina entró al coche, blindado de cortinajes, y juntos desaparecieron en la noche. Al día siguiente, como si tal cosa, la reina recibía en su despacho los asuntos de su reino, pero a los pocos meses “surgió” la estratégica moda del talle puntiagudo y rígido como una tabla que bajaba del pecho, entre voluminosos “polissons” de cada lado y sobre las caderas, todo atrevidamente diseñado como para disimular un embarazoso embarazo.


La reina había, al fin y al cabo, desistido de toda idea de matrimonio. Isabel avaloraba demasiado su derecho de reinar a su antojo y sin inteferencia, y continuó apodándose “la Reina Virgen”. Para poder continuar esta farsa (en la hipótesis de que el niño Francis fuera de ella), había que entregarlo en adopción a algún cortesano. Más adelante veremos cómo todo iba comprobando la verdad; la Verdad que siempre está a la vista del que “tenga ojos para ver”.


Francis Bacon nació, pues, en el año 1561, como quien dice, por esos mismos días. Resultó ser lo que tenía que ser, un muchacho excepcionalmente inteligente. Entró a la Universidad de Trinity a los doce años de edad y a Cambridge tres años después. No había cumplido los 16 años cuando ya le había tomado aversión a la filosofía de Aristóteles. La encontraba estéril y desprovista de todo lo que pudiera beneficiar prácticamente la vida del hombre.


Al terminar en las universidades, los señores Bacon lo enviaron a París, bajo la tutela del embajador inglés, para estudiar política y diplomacia. Allí se interesó en la ciencia experimental, emitiendo un concepto radicalmente nuevo sobre el objetivo del saber humano, y expresando que en la antigüedad el único fin era el de descubrir nuevos argumentos verbales, en cuanto que la ciencia moderna buscaba vencer y dominar la naturaleza arrancándole sus secretos, no por medio de eternas palabrerías, sino por la experimentación; la unión de la teoría y la práctica; el conocimiento y la técnica. Como verás, era el mismo objetivo que lo impulsaba a través de todas sus vidas. Comenzaba ya a escribir su magna obra, “Instauratio Magno de Dignitatis Scientiarum” destinado a devolverle al hombre su autoridad sobre la materia. El “Hilo de Ariadna” nos sigue señalando el temperamento del Adepto en su costumbre de producir todos sus escritos en latín, y en su empeño de llevar a la humanidad a dominar y a libertarse de toda atadura y represión.


La muerte de Sir Nicolás Bacon lo obligó a regresar a Londres donde encontró que el testamento de su padre le adjudicaba la parte flaca del “hijo segundón”, y lo forzaba a ganarse la vida. Se entregó al estudio jurídico.


Francis Bacon pasó veinticinco años de su vida a la sombra de Lord Burghley, tío de él por parte de su madre, el cual lo obstaculizaba y lo humillaba sistemática y constantemente y en forma tan marcada que daba a pensar que le había sido entregada la tutela del joven para que lo mantuviera, no solamente vigilado, sino dominado y reprimido. Todos los intentos de Francis para lograr su situación apropiada en la corte fueron infructuosos. Se diría que la Reina Isabel no tenía otro empeño que el de un pasado desafortunado. Al fin, tal vez forzado por las habladurías cortesanas y las suposiciones desfavorables para la Reina y su agente Burghley,éste le obtuvo un asiento en el Parlamento; pero toda idea de que pudieran aprovecharlo como instrumento dócil fue disipada. 


Lo primero que hizo el joven fue colocarse en la oposición contra una petición real que surgió. Esto, por supuesto produjo la desaprobación de la reina y del tío Burghley y no hubo más favores.


Sin embargo resultaba casi imposible reprimirlo, ya que los múltiples talentos de Francis, sus trabajos científicos y literarios, aún en los momentos de mayor lucha contraria, engrandecían su reputación. En 1605 publicó su “Avance del Conocimiento Divino y Humano” que constituía la primera parte de su “Instauratio Magno”, el cual iba a dar al mundo un nuevo sistema de aprendizaje y pedagogía.


Con Francis Bacon comenzó otra vez la Edad Moderna de la Filosofía. Al Organon de Aristóteles, él opuso su Novum Organum. Así como Proclus había restaurado el neo-platonismo, Francis Bacon hizo renacer por cuarta vez en la historia del intelecto humano el platonismo y el neo-platonismo, liberando los intelectos de su tiempo de las discordancias de las teologías aristotelianas. Lord Bacon era Rosacruz. Llegó a ser imperator de la Orden.


La Vox populi continuaba murmurando acerca de Francis Bacon y se aseguraba que las comedias habilísimas que lanzaba un tal William Shakespeare, no eran sino de Francis Bacon.


El que firmaba las obras, o sea el William Shakespeare que en ellas aparece, era hijo de un granjero de Stratford-on Avon. No era exactamente un campesino ya que había desempeñado algunos cargos municipales en dicho pueblo, pero tampoco era persona que pudiera dispensarle a su hijo la suficiente cultura para que éste se expresase en los términos poéticos y eruditos del teatro shakespereano. Tampoco podría el hijo del granjero conocer la vida cortesana y nobiliaria, ni mover en ella sus personajes con la familiaridad y soltura que evidencian las mencionadas obras.


El William Shakespeare que firmaba las obras se ganaba la vida trabajando de portero en un teatro. Algunas veces, y debido a una emergencia, desempeñaba algún papel insignificante. No es difícil deducir que Francis Bacon aprovechara la amistad para llevar sus obras al teatro, a través de este canal. Son treinta y pico de piezas que traen a la atención una situación humana o social, por las cuales siempre trabajó el Adepto, y por él, Francis Bacon. Treinta y pico de obras que manifiestan una continua corriente de la “Ley de la Vida” que hoy conocemos tan bien. Además, ha sido revelado por los Hermanos Mayores en Metafísca que las obras teatrales de Shakespeare contienen no menos de 500 acrósticos del nombre “Francis Bacon” y también un código cifrado aparece en una de las obras, el cual divulga la Instrucción Interior de una Escuela Iniciática de la cual Francis Bacon era miembro. Sea dicho de paso que este señor es autor de un Código Cifrado que es aún hoy en día la autoridad mundial.


A la muerte de la reina Isabel de Inglaterra ascendió al trono el rey James I, lo cual desalojó automáticamente la resistencia contra Francis Bacon, y éste fue nombrado procurador. De allí, a fiscal de la corona, a Lord guardián del Sello Real, y de allí a Canciller, todo en menos de once años, además de que simultáneamente le fue otorgado el título de Lord Verulam, y tres años más tarde el de Vizconde Saint Albans. (¡Oh Ariadna!).


Los envidiosos andaban muy industriosos. Lo atacaron, lo calumniaron y lograron encarcelarlo en la Torre de Londres. Bacon era defensor de la política del rey, y los amigos que habían servido a Isabel hubieran preferido verlo en el mismo plano humilde en que ella lo había mantenido. El rey lo liberó y lo exculpó, pero Bacon se retiró a la vida privada donde continuó escribiendo su “Instauratio Magno” y las comedias de condiciones sociales que había que corregir.


El “hilo de Ariadna” nos lleva hasta la Iglesia de San Miguel de Verulam, en la catedral de Saint Albans, donde se dice que fue enterrado el cadáver de Francis Bacon, pero que la murmuración asegura que no existe, ¡ni jamás existió un cuerpo en esa tumba!


En un Plano de Conocimiento mucho más profundo, vamos a comentar la encarnación del Adepto en el cuerpo de Francis Bacon.


Primeramente, todo niño trae en sus electrones, estampado un número, o la frecuencia vibratoria, o sea SU ecuación. Esta rata vibratoria se repite en los sonidos que componen su nombre y apellido. Para nada cuenta la “coincidencia” en el nombre que la madre desee ponerle al niño. Es su vibración la que se graba en la mente de la madre y la obliga a escoger el nombre que le corresponde a ese niño, en esa encarnación. Si por alguna circunstancia el nombre es cambiado por el padre, o los familiares, el niño sufre y sufrirá toda su vida, de múltiples tropiezos, de frustraciones y desarmonías entre su sendero y su carácter o temperamento. A veces constituye esto un grave atraso para el individuo. Con frecuencia la persona se cambia de nombre y logra restituir su encarnación al carril que le corresponde para cumplir su destino.


Las fuerzas electrónicas no saben nada de eso que en la tierra llaman “condiciones morales” o “moralidad”. Sólo la Ley de Atracción gravita o actúa para llevar las cosas a su punto de armonía. Si al Ego Inferior de Francis le correspondía nacer en la mujer más destacada, en el Imperio más poderoso de la Tierra, se le originó un cataclismo al imponerle un descenso vibratorio con el nombre Bacon, el cual había llevado tres reencarnaciones anteriores. No se puede repetir un paso ya superado sin traer al presente condiciones indeseables, de las cuales el Ego se ha graduado ya. Espiritualmente, intelectualmente, Francis cumplió lo que venía a hacer. Físicamente sufrió un constante trastorno hasta el punto de tener que regresar a Verulamium y al nombre de Saint Albans que le había correspondido tantos siglos antes.


Ha podido ser rey de Inglaterra, el primer Rey Metafísico y haber cambiado el giro de toda la Tierra de allí en adelante, lo cual es posible que fuera la intención de Adepto, quien tuvo luego que volver casi sin treguas. Estos trastornos ocurren más a menudo de lo que creemos posible. Muchas veces la máxima aquella “El hombre propone y Dios dispone” se convirtió en “Dios propone y el hombre dispone”, haciendo de las suyas, “metiendo la pata” en su espantosa ceguedad; y con infinita paciencia, los Maestros y los Avatares enderezan y ajustan las cargas torcidas más allá de la Ley, si fuera posible.


Extraido del Libro de Métafísica 4 en 1 Vol. 1 de Conny Méndez


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