21/12/12
Primera Lectura
Sofonías 3, 14-18
Lectio
Canta, hija de Sión,
da gritos de júbilo, Israel,
gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha levantado su sentencia contra ti,
ha expulsado a todos tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel en medio de ti
y ya no temerás ningún mal.
Aquel día dirán a Jerusalén:
"No temas, Sión;
que no desfallezcan tus manos.
El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador,
está en medio de ti.
Él se goza y se complace en ti;
él te ama y se llenará de júbilo por tu causa,
como en los días de fiesta".
Meditatio
El pueblo de Israel, celoso de la trascendencia de Dios (esa
categoría por la cual Dios está más allá de los conceptos humanos de tal manera
que no podemos describirlo, ni entenderlo, ni conocerlo tal cual es), buscó
siempre el equilibrio entre esta trascendencia divina y su obrar en medio del
pueblo y en la historia humana. Dios es tan santo (el que está más allá de toda
comprensión y explicación) que sólo interviene en la historia del pueblo y en
la historia humana a través de mediadores o intermediarios, de ahí la tendencia
a recurrir a los ángeles, a revelaciones, a sueños, a las suertes, a los
profetas y a los sacerdotes.
Sin embargo, Dios, el-siempre-otro, no teme intervenir en la
vida de Israel y en la historia humana, se acerca a él, le llama, toma a
Abraham, le da la ley por medio de Moisés, les anuncia la palabra y la
salvación por medio de los profetas y camina entre su pueblo a través del arca
de la alianza y posteriormente, cuando se haya construido el templo, habitará
en medio de Israel, mostrando su gloria al pueblo elegido. La gloria de Dios es
el rostro visible del Dios invisible, son las espaldas de Dios, aquellas que
Moisés pudo ver como una concesión divina.
Pero, en Jesús, Dios realmente manifiesta su gloria, ya no
sólo sus espaldas, sino todo su ser, su esencia y su poder. En Jesús, Dios se
hace visible y se convierte en nuestro compañero de camino, no sólo en el
camino seguro y del bienestar, sino en el dolor, en el sufrimiento y en la
cruz, para manifestar que la solidaridad de Dios para con el hombre es tal que
nada puede impedir que Dios experimente en sí, los estragos de la vida diaria.
Dios no es alguien ajeno al dolor y sufrimiento humanos, pues él ha querido
experimentarlos en la persona de su amado Hijo Jesucristo.
Oratio
Padre lleno de amor, que has querido participar de la vida
humana para así hacernos partícipes de tu vida divina, haz que vivamos con
ánimo agradecido por este don que nos has dado y que nuestra gratitud nos lleve
a vivir como Jesús, en la gratitud para contigo y en el servicio y la
solidaridad con el hermano que sufre y llora.
Operatio
Hoy llevaré la presencia amorosa de Dios a mis hermanos que
sufren a través de mi apoyo, comprensión y servicio.
El Evangelio de hoy
Lucas 1, 39-45
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de
las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En
cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando
la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas
llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que
has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del
Señor".
Reflexión
No sé si has pensado que, hace más de 2000 años, una
jovencita de apenas 15 años, dejó la comodidad de su casa, se unió a una caravana,
caminó durante unos 5 días en medio de los peligros naturales que conlleva
naturalmente hacer un recorrido por el desierto, y que hizo todo esto para ir a
visitar a su prima, para ir a asistirla en su gravidez.
Me parece importante, ante la inminencia de la Navidad, que
pensemos en todo lo que hizo María Santísima, mientras que nosotros, que
contamos con nuestro propio automóvil, con medios de comunicación mucho más
seguros, las distancias que recorremos no son tan largas y, aparte no somos
unos chiquillos como ella, sin embargo, no somos capaces de ir a visitar a
nuestros familiares y amigos enfermos o necesitados. Toda nuestra vida
acelerada se nos va en visitar los grandes almacenes, en detallar la fiesta de
Navidad, en tanta superficialidad.
El texto que hemos leído nos dice que Isabel se alegró
grandemente apenas oyó la voz de su prima, imagina cuánta alegría podría causar
tu saludo a ese pariente al que tienes tanto tiempo de no ver, máxime si está
enfermo o cruza por un período difícil de su vida. La Navidad nos recuerda que,
al igual que María, Jesús vino del cielo a visitarnos, para llenar nuestra vida
de felicidad; haz, pues, tú lo mismo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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