2/10/2012
Primera Lectura
Job 3, 1-3. 11. 16. 12-15. 17. 20-23
Lectio
Job abrió sus labios
y maldijo el día de su nacimiento, diciendo:
"¡Maldito el día en que nací,
la noche en que se dijo: ‘Ha sido concebido un varón‘!
¿Por qué no morí en el seno de mi madre?
¿Por qué no perecí al salir de sus entrañas
o no fui como un aborto que se entierra,
una creatura que no llegó a ver la luz?
¿Por qué me recibió un regazo
y unos pechos me amamantaron?
Ahora dormiría tranquilo y descansaría en paz,
con los reyes de la tierra, que se construyen mausoleos,
o con los nobles, que amontonan oro y plata en sus palacios.
Allí ya no perturban los malvados
y forzosamente reposan los inquietos.
¿Para qué dieron la luz de la vida a un miserable,
aquel que la pasa en amargura;
al que ansía la muerte, que no llega,
y la busca como un tesoro escondido;
al que se alegraría ante la tumba
y gozaría al recibir la sepultura;
al hombre que no encuentra su camino,
porque Dios le ha cerrado las salidas?"
Meditatio
Como parte de nuestra realidad humana, es normal que alguna
vez haya aparecido un "por qué" dirigido fuertemente a Dios, y que
sigue estando en nuestros labios tantas veces. Igual le pasó a Job, y lo llevó
a maldecir su propia vida y a rebelarse contra Dios por castigar a un inocente.
Es un grito que no es sólo de Job. Es el grito de tantos
hermanos como tú y como yo que en diferentes momentos de la vida hemos
manifestado un "por qué" después de experimentar un momento difícil
en la vida.
Es el grito de Jesús en la cruz, en el dolor y la soledad:
"Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Es el grito de los que han
sufrido y siguen sufriendo injustamente.
La pregunta que seguimos planteando cuando vemos la
desgracia de los niños o de los inocentes mientras que, en apariencia, los
malvados se salen con la suya y Dios parece bendecirles. ¿Por qué?
Pero, los cristianos contamos con una realidad maravillosa:
la muerte y resurrección de Jesús. Y ésta es la causa de nuestra felicidad por
la que es posible dar con la clave de cada "por qué".
Debemos abrir nuestro corazón al Señor y convertir nuestro
dolor y sufrimiento en oración, paz, alegría y felicidad.
Oratio
Señor, espero firmemente en la resurrección gloriosa para
vivir contigo eternamente, por eso mismo, Jesús, te pido la gracia de sufrir
pacientemente en la tribulación y poder decir, como san Pablo, me gozo en la
tribulación, sabiendo que ella me lleva paso a paso a la esperanza de la
eternidad.
Operatio
Hoy daré gracias verbalmente a Dios por cualquier situación
dificil que está pasando, sabiendo que él interviene en todo para bien de los
que le amamos.
El Evangelio de hoy
Mateo 18, 1-5. 10
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le
preguntaron: "¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?"
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo:
"Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños,
no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como
este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un
niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les
digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que
está en el cielo.
Reflexión
En nuestro mundo tecnificado es difícil aceptar la
existencia de un mundo espiritual, de un mundo que no es tangible ni medible.
Este campo pertenece sólo a la fe y a la fe de los “pequeños", de los que
son como niños. Y es que los pequeños ven las cosas, más que con los ojos del
cuerpo, con los ojos del corazón. Esta es la razón por la cual Jesús nos invita
a ser como niños, a que nuestros criterios de tiempo y espacio sean informados
por las categorías de lo infinito, de lo trascendente; que abramos nuestra
mente y nuestro corazón al auxilio divino que Dios nos ha dado por medio de
nuestros ángeles custodios.
Trata hoy de hacerte consciente de la presencia espiritual
en la que Dios ha querido que vivamos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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