9/07/2012
Primera Lectura
Oseas 2, 16. 17-18. 21-22
Lectio
Esto dice el Señor:
“Yo conduciré a Israel, mi esposa infiel, al desierto y le
hablaré al corazón.
Ella me responderá allá,
como cuando era joven,
como el día en que salió de Egipto.
Aquel día, palabra del Señor,
ella me llamará ‘Esposo mío’,
y no me volverá a decir ‘Baal mío’.
Israel, yo te desposaré conmigo para siempre.
Nos uniremos en la justicia y la rectitud,
en el amor constante y la ternura;
yo te desposaré en la fidelidad
y entonces tú conocerás al Señor".
Meditatio
De repente, cuando escuchamos los textos del AT parecería
presentarnos a un Dios diferente al que nos presentó Jesús en el Evangelio,
pero no, es el mismo Dios misericordioso que se presenta en este texto de Oseas
como un esposo celoso que ama con todo su corazón a su esposa y que por ello
mismo no se da por vencido, y aun cuando ésta se ha desviado del amor, la
“llevaré al desierto para seducirla", para hablarle de nuevo de amor.
Este es nuestro amoroso Dios que, a pesar de todas nuestras
infidelidades, de todos nuestros pecados, nos ama hasta el punto de enviarnos a
su propio Hijo para que, a través de Él, tengamos vida y la tengamos en
abundancia; para que podamos establecer una relación de amor y confianza con el
Dios todopoderoso que nos ha desposado y nos tiene preparada una casa
maravillosa en la cual pasaremos con Él toda la eternidad.
No nos hagamos los remolones y dejémonos seducir por el
tierno amor de nuestro Dios. Busquémoslo en la aurora de cada mañana y
suspiremos por Él a lo largo de todo el día, para en sus amorosas manos
descansar por la noche. De una cosa estoy convencido, nada hará que nos deje de
amar y de conducirnos hacia sí.
Oratio
Señor Dios, Padre de bondad, tú que has querido
manifestarnos tu amor como el amor de un padre por su hijo, o de un esposo por
su amada, te pedimos que nos ayudes a responderte con el mismo amor con que nos
amas y, que ese amor, nos haga ser respetuosos con nuestros hermanos y
solidarios con quienes sufren, para que merezcamos vivir contigo eternamente en
el cielo.
Operatio
Dedicaré al menos una acción concreta para mostrar mi amor
de hermano a quienes sufren o tienen necesidad de ser aceptados y respetados.
El Evangelio de hoy
Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un
jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: "Señor, mi hija acaba de
morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir".
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le
acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: "Con sólo
tocar su manto, me curaré". Jesús, volviéndose, la miró y le dijo:
"Hija, ten confianza; tu fe te ha curado". Y en aquel mismo instante
quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a
los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: "Retírense de aquí.
La niña no está muerta; está dormida". Y todos se burlaban de él. En
cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta
se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Reflexión
La carta a los Hebreos dice: "Jesucristo es el mismo de
ayer, de hoy y por siempre". Sin embargo, nuestro mundo tecnificado y
lleno de agitación y de autosuficiencia nos ha llevado a crear una imagen
reducida del Señor.
El evangelio de hoy, con dos pasajes en los cuales Jesús,
por medio de dos grandes milagros, nos muestra no solo su poder sino su
identidad como Hijo de Dios, como verdadero Dios, debía llevarnos de nuevo a
reflexionar en la imagen que tenemos sobre Jesús. Muchas veces pensamos que
trabajamos solos, que debemos resolver todos nuestros problemas solos, que
debemos recurrir a Jesús sólo cuando las cosas han llegado a tal grado que no
podemos más (enfermedad, crisis económica, etc.). Sin embargo, Jesús nos
acompaña con su poder y su amor a lo largo de todo nuestro día. Él es capaz de
cambiar el rumbo de nuestra actividad y de toda nuestra vida, es Dios, es el
Emmanuel, el "Dios con nosotros".
El elemento común en estos dos episodios es la fe: tanto el
Jefe de la Sinagoga como la mujer con el flujo de sangre, fueron capaces de
reconocer en Jesús, al verdadero Dios, al Dios que cambia la historia y la
lleva a la plenitud. Dejemos que Jesús tome el control de nuestra vida
cotidiana; nos SORPRENDEREMOS de ver el poder de Dios todos los días.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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