21/06/2012
Primera Lectura
Eclesiástico 48, 1-15
Lectio
En aquel tiempo, surgió Elías, un profeta de fuego; su
palabra quemaba como una llama. El hizo caer sobre los israelitas el hambre y
con celo los diezmó. En el nombre del Señor cerró las compuertas del cielo e
hizo que descendiera tres veces fuego de lo alto. ¡Qué glorioso eres, Elías,
por tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? Tú resucitaste del
sepulcro a un muerto, lo arrancaste de la muerte por la palabra del Altísimo.
Tú llevaste la ruina a los reyes y la muerte a los príncipes en su lecho. Tú
escuchaste las amenazas de Dios en el Sinaí y sus palabras de castigo en el
Horeb. Tú ungiste a reyes vengadores y nombraste como sucesor tuyo a un
profeta. En un torbellino de llamas fuiste arrebatado al cielo, sobre un carro
tirado por caballos de fuego. Escrito está de ti que volverás, cargado de
amenazas, en el tiempo señalado, para aplacar la cólera antes de que estalle,
para hacer que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos y congregar a
las tribus de Israel. Dichosos los que te vieron y murieron gozando de tu
amistad; pero más dichosos los que estén vivos, cuando vuelvas. Cuando Elías
fue arrebatado por el torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Ningún
príncipe lo intimidó, nadie lo pudo dominar. Ninguna cosa le era imposible y
aun estando en el sepulcro, resucitó a un muerto. En vida hizo prodigios y
después de muerto, obras admirables.
Meditatio
El libro del Eclesiástico nos presenta una estupenda elegía
para el gran profeta Elías y nos narra la fuerza con que Dios actuó tanto en él
como en su sucesor Eliseo. Sin embargo, lo que se dice de Elías y Eliseo lo
podemos aplicar a cada uno de nosotros pues, por la fuerza de nuestro bautismo
somos los profetas de Jesús. En la elegía, se elogia a aquellos que tendrían el
privilegio de ver su regreso, cosa que como sabemos ocurrió con san Juan el
Bautista. Esto nos habla de que lo que se recibe es una fuerza y una sabiduría
que, como en el Bautista, lo hace hablar y actuar como lo hicieron Elías y
Eliseo; como un verdadero profeta que no tiene miedo a nada ni a nadie en su
misión. Es necesario que el pueblo de Dios ejerza con más poder este don que
hemos recibido y no tengamos miedo a hablar de Cristo sino a ser como estos
hombres de Dios.
Oratio
Señor y Dios nuestro, tú que suscitas profetas para que nos
anuncien tu palabra y nos guien hacia ti, enséñanos a ser dóciles a sus
enseñanzas y obedecer tu palabra, para que podamos gozar un día de la dicha
eterna del cielo que prometes a quienes escuchan la palabra de tu Hijo y la
cumplen.
Operatio
Hoy estaré atento a Dios que me habla por medio de quienes
me rodean y poder así cumplir su voluntad.
El Evangelio de hoy
Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando
ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a
fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe
lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a
ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los
hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Reflexión
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante
todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino: UN ACTO DE LA
VOLUNTAD. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un
"sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar
al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde
a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir
para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la
repetición de acciones semejantes a las que lo crearon, y/o reaccionando de
acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso,
sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con
una respuesta contraria a la que el sentimiento genera.
Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar
conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda
ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la
cortesía, etc. Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos,
a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas
palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros
perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la
verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de
Dios.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
No hay comentarios:
Publicar un comentario