4/04/2012
Primera Lectura
Isaías 50, 4-9
Lectio
En aquel entonces dijo Isaías:
"El Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido
con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído,
para que escuche yo, como discípulo.
El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras
y yo no he opuesto resistencia,
ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que me tiraban de la barba.
No aparté mi rostro a los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda,
por eso no quedaré confundido,
por eso endureció mi rostro como roca
y sé que no quedaré avergonzado.
Cercano está de mí el que me hace justicia,
¿quién luchará contra mí?
¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
Que se me enfrente.
El Señor es mi ayuda,
¿quién se atreverá a condenarme?"
Meditatio
Mañana iniciaremos el Triduo Pascual en el cual recordaremos
los misterios que nos dieron vida. En ellos contemplaremos a un hombre que
entra en la más profunda de las crisis por las que alguien puede pasar:
abandonado, maltratado y ejecutado de la forma más vil. Sin embargo, este
Hombre, entra en la crisis con una profunda fe y confianza en el
Dios-que-Salva; sabe que no lo abandonará, que lo sostendrá, que no quedará
avergonzado ni confundido y que finalmente lo rescatará de la muerte.
Esta es la confianza y la fe que Dios nos ofrece para toda
nuestra vida, la cual no está exenta de estas crisis. Sólo cuando el hombre es
capaz de abandonarse por completo en el Señor es cuando puede experimentar en
medio de todas las dificultades de la vida una paz y una alegría interior que
nadie puede explicar, y que es la promesa de que no está solo y que al final
Dios mismo lo rescatará.
Pidamos, pues, al Señor que por los méritos gloriosos de su
pasión podamos nosotros adquirir esta fe y confianza para que toda nuestra vida
la podamos vivir con paz, llenos de amor por los demás, incluso por los
enemigos, y que ésta se transforme, como la de Jesús, en instrumento de
salvación para los demás, principalmente para los miembros de nuestras
familias.
Oratio
Tú eres mi ayuda, por eso no quedaré confundido, y sé que no
quedaré avergonzado. Pues sé qué cercano estás de mí, tú que me haces justicia.
¿Quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? si el Señor
es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?
Operatio
Hoy meditaré qué cosas, en mi vida diaria, cooperan con que
ponga resistencia al cumplimiento de la Palabra de mi Dios y veré cómo puedo
arrancarlas de raíz.
El Evangelio de hoy
Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote,
fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a
Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento
andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los
discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te
preparemos la cena de Pascua?” Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de
fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la
Pascua con mis discípulos en tu casa’ ”. Ellos hicieron lo que Jesús les había
ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras
cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos
se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo,
Señor?” Él respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a
entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero
¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a
ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
“¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”.
Reflexión
Uno de los valores fundamentales del cristianismo es la amistad.
En el evangelio de San Juan, Jesús llega a decir: ya no los llamo siervos sino
“amigos”. En este mismo evangelio, referido este mismo pasaje que hoy nos
presenta la Escritura, Jesús moja un pan y se lo da a Judas, signo de profunda
amistad. Esto es algo que Judas, por más confundido que hubiera estado sobre la
identidad de Jesús, nunca entendió. Había estado con Él tres años y no había
llegado ni siquiera a tenerlo como amigo.
Es triste que muchos cristianos padezcan de este mismo mal y
no sepan valorar la amistad, ni de Jesús, ni muchas veces de aquellos con los
que comparten su vida (papás, hermanos, compañeros). Cuando uno no es capaz de
desarrollar una amistad, es la persona más vacía y solitaria, pues el verdadero
amor es el del amigo. Esta ausencia lleva al hombre, como llevó a Judas, a
cometer las acciones más tristes del mundo.
No dejemos solo a Jesús en esta Semana Santa. Démonos un
tiempo para participar, sobre todo de la fiesta de la Pascua, el sábado por la
noche. Mostrémosle que verdaderamente lo tenemos como amigo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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