13/03/2012
Primera
Lectura
Daniel 3,
25. 34-43
Lectio
En aquel
tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo:
"Señor,
Dios nuestro, no nos abandones nunca;
por el honor
de tu nombre no rompas tu alianza;
no apartes
de nosotros tu misericordia,
por Abraham,
tu amigo,
por Isaac,
tu siervo,
por Jacob,
tu santo,
a quienes
prometiste multiplicar su descendencia,
como las
estrellas del cielo y las arenas de la playa.
Pero ahora,
Señor, nos vemos empequeñecidos
frente a los
demás pueblos
y estamos
humillados por toda la tierra,
a causa de
nuestros pecados.
Ahora no
tenemos príncipe ni jefe ni profeta;
ni
holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso;
ni lugar
donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia.
Por eso,
acepta nuestro corazón adolorido
y nuestro
espíritu humillado,
como un
sacrificio de carneros y toros,
como un
millar de corderos cebados.
Que ése sea
hoy nuestro sacrificio
y que sea
perfecto en tu presencia,
porque los
que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te
seguiremos de todo corazón;
te
respetamos y queremos encontrarte;
no nos dejes
defraudados.
Trátanos
según tu clemencia
y tu
abundante misericordia.
Sálvanos con
tus prodigios
y da gloria
a tu nombre".
Meditatio
Para que
podamos decir que se ha iniciado un proceso serio de conversión, es necesario
que, además del arrepentimiento, parte fundamental de ésta, se pongan las bases
para iniciar una nueva vida, una vida vivida en el Espíritu. En este pasaje
vemos no sólo el arrepentimiento de Israel, sino el hecho de que ahora quieren
"seguir, respetar y encontrar" al Señor. Pensemos en cuántas veces
nos hemos confesado sólo para salir del paso, sólo porque la ley lo manda, sólo
para cumplir. En estas ocasiones hemos "expresado" nuestro pecado,
pero: ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido profundamente de manera que ya al ir
ante el sacerdote nos hayamos propuesto cambiar? Y cambiar significa modificar
lo que nos lleva al pecado y no sólo propósitos que la mayoría de las veces
quedan en eso: "buenos propósitos".
Haz de esta
Cuaresma una verdadera experiencia de conversión.
Oratio
Señor, me
acerco a ti con un corazón abierto, con sencillez y humildad, y con esta
actitud reconozco delante de tu presencia que mucho tiempo de mi vida he
permanecido lejos del camino que hiciste para mí. Reconozco que los males que
me han ocurrido son en buena medida porque he estado alejado de tu plan
amoroso. Hoy te pido que, más que cualquier sacrificio, recibas mi corazón
adolorido y mi espíritu humillado y arrepentido; confío en ti, Señor, y sé que
no quedaré defraudado.
Ahora te
prometo, Dios mío, seguirte de todo corazón, respetarte y poner todo lo que
esté de mi parte para encontrarte en cada situación de mi vida. Trátame según
tu clemencia y abundante misericordia, sálvame con tus prodigios y da así
gloria a tu Nombre que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.
Operatio
El Evangelio de hoy
Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
"Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta
siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta
setenta veces siete".
Entonces les dijo Jesús: "El Reino de los cielos es
semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que
le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor
mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones,
para saldar su deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba,
diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo‘. El rey tuvo lástima de
aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con
uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el
cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes‘. El
compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré
todo‘. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel
hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de
indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y
le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo
suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como
yo tuve compasión de ti?‘ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos
para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada
cual no perdona de corazón a su hermano".
Reflexión
Quizás una
de las cosas de las que más adolece el mundo hoy, es la falta de misericordia.
Nos hemos vuelto duros, rígidos, muchas veces intolerantes e
insensibles. Es triste ver que algunos cristianos, que debían de estar llenos
del amor misericordioso de Dios, continúan actuando como este hombre de la
parábola. Esperan sólo el momento del error del hermano para echárselo en cara.
Quizás podríamos escudarnos en que buscamos su bien, que lo estamos educando,
que es la única manera de que aprenda, sin embargo, esta no fue la pedagogía de
Jesús, y no es la manera como nos trata el Padre. Jesús nos dijo: "Sean
perfectos como el Padre Celestial es perfecto". Y, ¿cuántos de nosotros lo
somos? Y por no serlo, ¿Jesús nos desprecia o nos humilla? Ciertamente no;
respeta nuestro proceso, nos alimenta con amor y de esta manera nos permite
experimentar su misericordia.
Aprendamos a ver hacia nosotros mismos, así descubriremos
toda nuestra miseria. Esta es la base para tratar a los demás con dulzura y
compasión, pues si siendo lo que soy, Dios me trata con amor, con cuanta más
razón no lo haré yo con mis hermanos, que la verdad, son mejores que yo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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