01/02/2013
Primera Lectura
1 Juan 2, 22-28
Lectio
Hijos míos: ¿Quién es el mentiroso, sino aquel que niega que
Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, porque niega al Padre y al Hijo. Nadie
que niegue al Hijo posee al Padre; pero quien reconoce al Hijo, posee también
al Padre.
Que permanezca, pues, en ustedes lo que desde el principio
han oído. Si permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también
ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre. Esta es la promesa que él mismo
nos hizo: la vida eterna.
Les he escrito esto, pensando en aquellos que tratan de
inducirlos al error. Recuerden que la unción que de él han recibido, permanece
en ustedes y no necesitan enseñanzas de nadie; esta unción, que es verdad y no
mentira, los ilustra a través de todas las cosas; permanezcan, pues, en él,
como la unción les enseña.
Así pues, hijos míos, permanezcan en él, para que, cuando él
se manifieste, tengamos plena confianza y no nos veamos confundidos por él en
el día de su venida.
Meditatio
Para san Juan, la mentira por excelencia está relacionada
con la negación de la dignidad de Jesús, a quien confesamos como Señor y Mesías
o Cristo. Nuestra fe ha identificado a tal grado a Jesús, el hombre, con su
misión o vocación que le llamamos Jesucristo. Quien niega a Jesús la dignidad
de Mesías, es decir, que ha sido ungido por Dios para reconciliar al hombre con
Dios, se le llama anticristo. Nuestra limitada información nos ha llevado a
pensar que el anticristo, es un personaje del futuro que se manifestará en los
momentos del apocalipsis. A tal grado tenemos esta información que no hablamos
de los anticristos, sino del Anticristo.
Lo cierto es que negar a Jesús su dignidad de enviado de
Dios para hacernos volver al Padre, nos convierte en anticristos, y por lo
tanto, en mentirosos. Pero así como esta es la mentira por excelencia, la
verdad por antonomasia es reconocer a Jesús como Señor y para ello, Dios nos ha
dado al Espíritu Santo, que es quien nos lleva a la convicción y a la confesión
del señorío de Jesús y reconocerlo como enviado del Padre para nuestra propia
salvación.
La docilidad al Espíritu Santo nos garantiza la fidelidad al
evangelio de Jesús y por tanto, nuestra intimidad con Dios.
Oratio
Padre lleno de amor, que nos has dado como don tuyo a tu
Hijo amado, te pedimos que nos conduzcas por medio del Espíritu Santo a la
obediencia de la fe y profesemos, junto con toda la iglesia, que Jesús es Señor
para gloria tuya y para bendición de todos los hombres que nos hemos adherido a
él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Operatio
El día de hoy repetiré con la iglesia:
Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre.
El Evangelio de hoy
Juan 1, 19-28
Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los
judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle:
"¿Quién eres tú?"
El reconoció y no negó quién era. El afirmó: "Yo no soy
el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres
Elías?" El les respondió: "No lo soy". "¿Eres el
profeta?" Respondió: "No". Le dijeron: "Entonces dinos
quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices
de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el
desierto: ‘Enderecen el camino del Señor‘, como anunció el profeta
Isaías".
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le
preguntaron: "Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías,
ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en
medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás
de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias".
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde
Juan bautizaba.
Reflexión
Al iniciar el año civil, la palabra de Dios nos invita a
descubrir que Jesús ya está en medio de nosotros. Está presente, en nuestros
hermanos, sobre todo en los más necesitados, en su Palabra, en la Eucaristía,
en la oración.
Es triste que muchos de nosotros, por estar sumergidos en el
mar de nuestras ocupaciones diarias no seamos capaces de descubrirlo. Por ello,
es fundamental que al iniciar nuestro día y, al menos de vez en cuando, nos
detengamos un momento y veamos a nuestro alrededor; que iniciemos nuestro día
con un momento de oración y silencio que nos permita descubrir al Dios cercano
que busca ser parte de nuestro día y de nuestra misma historia. Decía un santo
sacerdote: No dejes lo importante por hacer lo urgente. Lo único importante es
Dios, todo lo demás siempre será urgente.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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