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lunes, 31 de diciembre de 2012

LECTURA Y EVANGELIO DEL 31 DE DICIEMBRE 2012



31/12/12

Primera Lectura
1 Juan 2, 18-21

Lectio
Hijos míos: Esta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora.

De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros.
Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.

Meditatio
El termino “última hora” solo aparece en este pasaje y está referido, sin lugar a dudas, a lo que en otros pasajes, sobre todo en la teología de san Pablo, es llamado: “el final de los tiempos” o “los tiempos finales”, los cuales se refieren a la última etapa de la Historia, que es, precisamente, la que estamos viviendo, ya que después de ésta aparecerá el Hijo del hombre rodeado de majestad para realizar el juicio final y de esta manera concluir con todo esto que ahora conocemos y dar paso a la eternidad en “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

Mientras esto ocurre, el apóstol pone en guardia a la comunidad acerca de los “falsos profetas”, de los anticristos, es decir, de todos aquellos que niegan a Jesús y que se apartan de la santa doctrina arrastrando, con ellos, a otros hermanos. Esto que pasaba en aquellos tiempos continúa hoy, ya que aun hoy, estamos en “la última hora” y por ello, no es extraño el ver como de los mismos grupos cristianos se van desprendiendo diferentes sectas y confesiones, muchas de ellas, no solo diferentes sino contrarias al mismo cristianismo católico.

Debemos nosotros también, estar en guardia, pues, en medio de toda la confusión de este mundo y dado que no todos nuestros hermanos han tenido la suficiente formación doctrinal y evangélica, es fácil que éstos se vean arrastrados a las sectas y confesiones extrañas al cristianismo. Recuerda que la fuente de agua limpia surge de las Escrituras discernidas y explicadas diligentemente, por nuestra Iglesia. No nos dejemos arrastrar, permanezcamos fieles al Señor.

Oratio
Señor, sé que hay muchos confundidos y que anuncian cosas contrarias a la fe, con una convicción tan profunda, que llevan a muchos a su misma cofusión.

Dame la gracia de anunciar tu verdad, la única verdad, con tal convicción que ayude a mucha gente a volverse de su confusión.

Operatio

Hoy recordaré a todas aquellas personas que conozco que se separaron de la Iglesia por alguna confusión en sus mentes, o por alguna mala experiencia; oraré por ellos y me aseguraré que en adelante reciban, de parte mía, un testimonio intachable de conducta y del amor de Dios.

El Evangelio de hoy
Juan 1, 1-18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe.
El era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando:
"A éste me refería cuando dije:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí,
porque ya existía antes que yo‘ ".

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por medio de Moisés,
mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie le ha visto jamás.
El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha revelado.

Reflexión
La lectura que nos presenta hoy la liturgia, nos habla de la preexistencia del Verbo. Con ello expresa la fe de la Iglesia de que Jesús, a quien celebramos ahora por su nacimiento, es verdaderamente Dios. Esto es una cosa increíble, que poco nos detenemos a pensar, imagínate: Dios, el Eterno, el que hizo todo el universo, estuvo vestido con nuestra propia carne y habitó entre nosotros y lo podían ahora contemplar con sus propios ojos los pastores, y sobre todo, María Santísima y san José.

No creo que podamos nosotros tener una idea de lo que sentiría María Santísima, que había recibido la noticia de que Jesús era el Verbo Eterno, y ahora lo veía como un humano; ¿Qué pasaría por su corazón y por su mente?

Desafortunadamente para nosotros, los cristianos de este siglo, la fiesta de Navidad ya no es misterio, sino sólo fiesta. Es necesario volvernos a poner de rodillas delante del pesebre de Jesús, y como san Francisco de Asís (que fue quien instituyó el nacimiento), mientras nuestros ojos contemplan las figuras de barro o porcelana, dejemos que nuestra imaginación regrese al momento mismo del nacimiento de Jesús y que así, de rodillas, le pidamos al Espíritu Santo poder entrar de nuevo en el misterio de la Encarnación y que con su luz maravillosa nos muestre, lo fascinante de este misterio.

Date tiempo hoy para tener un rato de oración y contemplación delante del Hijo Único de Dios encarnado: Jesucristo, nuestro Señor.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro

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