17/01/2013
Primera Lectura
Hebreos 3, 7-14
Lectio
Hermanos: Oigamos lo que dice el Espíritu Santo en un salmo:
Ojalá escuchen ustedes la voz del Señor, hoy. No endurezcan su corazón, como el
día de la rebelión y el de la prueba en el desierto, cuando sus padres me
pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras durante
cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: "Es un
pueblo de corazón extraviado, que no ha conocido mis caminos". Por eso
juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso.
Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón
malo, que se aparte del Dios vivo por no creer en él. Más bien anímense
mutuamente cada día, mientras dura este "hoy", para que ninguno de
ustedes, seducido por el pecado, endurezca su corazón; pues si nos ha sido dado
el participar de Cristo, es a condición de que mantengamos hasta el fin nuestra
firmeza inicial.
Meditatio
Uno de los peligros latentes de nuestra comunidad cristiana
es lo que se podría llamar: El riesgo de la normalidad. Esto es, el pensar que
nuestra vida "no es tan mala", que no somos grandes pecadores pues no
matamos, no robamos bancos, vamos a misa los domingos, etc. Todo esto es
claramente una forma de endurecer el corazón. Dios nos ha llamado a ser SANTOS,
la mediocridad en la vida espiritual, sobre todo en nuestra relación con Dios,
enfría el corazón y lo endurece.
Por ello, el autor de esta carta invita a la comunidad a
animarse mutuamente para que ningún pecado llegue a endurecer su corazón. Esta
ayuda debe ser diaria, ya que es el único tiempo que tenemos: el ayer ya no
existe y el mañana aún no llega. Tómate el tiempo para compartir tu fe con los
demás y no permitas jamás que llegue a tu vida el "riesgo de la
normalidad".
Oratio
Señor, reconozco mis pecados, sobre todo el de omisión.
Siempre confieso las cosas que hago mal, faltando a la ley de Dios fundada en
el amor, pero nunca confieso las cosas que dejo de hacer por mi bien y el de
mis hermanos. Quiero dejarme ablandar por tu gracia y hacer mi corazón más
sensible a tus mandatos.
Operatio
Hoy le hablaré de mi fe en ti a la persona que esté a mi lado,
y le haré saber que somos miembros de una pequeña comunidad, parte también del
cuerpo de Cristo.
El Evangelio de hoy
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para
suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes curarme". Jesús se
compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero:
sana!". Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: "No se lo
cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo prescrito por Moisés".
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que
Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera,
en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Reflexión
¿Cómo puede el hombre que ha sido tocado por el amor de Dios
permanecer callado? Es imposible. Creo que esta puede ser la causa por la cual
muchos cristianos permanecen callados: no han sido tocados por el amor sanante
de Dios. Permanecen llenos de miedos y temores, viviendo como lo hacían los
leprosos, aislados de la comunidad.
Jesús, desde el bautismo, nos ha tocado y nos ha dicho:
¡Sana! Más aún, nos ha llenado de su Espíritu, sin embargo, no hemos dejado la
lepra de la envidia, del odio, del rencor, etc. Es necesario de nuevo decirle
al Señor: "Si quieres puedes sanarme". Él lo hará, una y mil veces,
pues nos quiere sanos y llenos de vida en el Espíritu.
Así, una vez tocados por el amor sanante de Dios, nos
convertiremos en verdaderos testigos de este amor en el mundo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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