14/01/2013
Primera Lectura
Hebreos 1, 1-6
Lectio
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el
pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos,
nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las
cosas y por medio del cual hizo el universo.
El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen
fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa. Él
mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la
diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los
ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde.
Porque, ¿a cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi
Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un
padre y él será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el
mundo a su primogénito dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.
Meditatio
Uno de los principales problemas de la primera comunidad fue
el definir quién y qué era Jesús: ¿Un simple ser humano, revestido de poder
divino?; un dios con "apariencia de hombre"?; ¿un ángel? Cuestión que
solo quedará totalmente definida hasta el Concilio de Éfeso (431 d.C.) en donde
se afirma categóricamente que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre.
El inicio de esta carta, nos introduce en este misterio de
Cristo y se nos presenta como el "gran revelador del Padre". Al
iniciar este nuevo período dentro de nuestra liturgia, la Palabra de Dios nos
invita a que también nosotros clarifiquemos quién es Jesús: ¿Será para mí, como
lo expresa este pasaje, verdadero Dios, consustancial al Padre? Si es así, se
imponen algunas resoluciones que deben ser parte de nuestra vida: obedecerlo en
su Palabra, amarlo en su Iglesia, adorarlo en espíritu y verdad y servirlo en
sus hermanos, sobre todo en los más pobres.
Oratio
Señor Jesús, te reconozco como verdadero Dios, de la misma
naturaleza que el Padre, creo que eres mi Señor y Salvador, y puedo declararlo
con firmeza y sin dudar delante de los hombres; es por eso, Señor, que me
comprometo a obedecer tu Palabra, a amarte en conjunto con la Iglesia, tu
esposa, y servirte a ti, Dios todopoderoso, en mis hermanos, con un amor
especial por los pobres y necesitados.
Operatio
Hoy estaré pendiente de escuchar a Jesús en cada momento y
situación del día, sabiendo que él me habla en cada cosa que ocurre en mi vida.
El Evangelio de hoy
Marcos 1, 14-20
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a
Galilea para predicar el Evangelio de Dios, y decía: «Se ha cumplido el tiempo
y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio».
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio
a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el lago, pues eran
pescadores. Jesús les dijo: «Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de
Zebedeo, que estaban en una barca remendando sus redes. Los llamó, y ellos,
dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Reflexión
Una de las actitudes que han hecho que el cristianismo no
haya llegado todavía a todos los corazones, como es el deseo de Dios, es la
indecisión en el seguimiento del Señor. Todos estamos muy ocupados con nuestras
cosas y nuestros pensamientos. Y la verdad, lo que hacemos es importante, sin
embargo, cuando el Señor nos llama no hay lugar para las demoras, ni para las
excusas.
Y este llamado no es sólo al seguimiento apostólico, como
sería el caso de los sacerdotes, religiosos o religiosas, sino que es un
llamado general para vivir con «prontitud» el mensaje del Evangelio: ¡Ven y
sígueme! Será el mismo llamado para todos, apóstoles y seglares.
A la voz del Maestro hay que dejarlo todo y ponerse en
camino con él. Pedro, Andrés, Santiago y Juan dejaron «de inmediato» lo que
estaban haciendo; y nosotros, ¿cuándo?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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