8/01/2013
Primera Lectura
1 Juan 4, 7-10
Lectio
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el
amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que
no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha
manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de
expiación por nuestros pecados.
Meditatio
Hoy en día se insiste mucho en el amar de una forma activa,
como si se tratara de un imperativo: debemos amar y amarnos, sin embargo, la
Sagrada Escritura insiste continuamente en lo contrario, en usar esta expresión
en forma pasiva; dejarnos amar. San Juan, en este pasaje, claramente nos dice
que es precisamente Dios el que nos ama y que este amor que recibimos de él, es
el que nos capacita para que podamos nosotros amarlo a él y amarnos entre
nosotros.
Cuando el hombre no se dispone y sobre todo, cuando no se
abre a este amor, el esfuerzo por amar se traduce en insatisfacción y
frustración, pues sólo el amor de Dios es capaz de movernos al verdadero amor.
Es por ello que la vida espiritual en la vida del hombre es fundamental, ya que
en ella es en donde Dios se manifiesta a nosotros con su amor. San Pablo, en su
carta a los Romanos, nos dice que “el amor de Dios se ha derramado en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo”. Esta expresión completa lo que hoy nos
refiere san Juan, ya que para nosotros, los cristianos, esta fuerza para amar
se ve perfeccionada por la inhabitación del Espíritu en nuestra alma.
Es con este amor con el que tenemos que amarnos unos a
otros. Por ello una familia que lleva una relación fuerte y profunda con Dios,
establece entre sus miembros un vínculo indestructible y una relación amorosa y
tierna.
Abramos nuestro corazón a Dios y permitamos que sea él quien
nos ame, para con ese amor también amar nosotros.
Oratio
Gracias, Señor, por tu amor profundo y tremendamente
superior a lo que pudiera haber esperado.
Tu amor es mi inspiración y me impulsa a amar y a darme a
los demás. No permitas, Jesús, que olvide el amor incomparable, personal, fiel,
eterno e incondicional con que me amas.
Operatio
Hoy repetiré a las más personas que pueda, que Dios les ama.
El Evangelio de hoy
Marcos 6, 34-44
En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa
multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como
ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le
dijeron: "Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para
que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de
comer". Él les replicó: "Denles ustedes de comer". Ellos le
dijeron: "¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para
darles de comer?" Él les preguntó: "¿Cuántos panes tienen? Vayan a
ver". Cuando lo averiguaron, le dijeron: "Cinco panes y dos
pescados".
Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos
sobre la hierba verde y se acomodaran en grupos de cien y de cincuenta. Tomando
los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a
Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los
distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados.
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de
pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco
mil hombres.
Reflexión
En medio de un mundo egoísta, que solo piensa en sí mismo,
este evangelio nos enseña lo que puede ocurrir cuando se comparte lo que se
tiene. Eran solo unos cuantos panes y pescados y fueron suficientes para
alimentar a toda una multitud. Y es que es precisamente cuando se comparte,
cuando se puede experimentar la multiplicación.
Muchas veces pensamos que lo que tenemos (especialmente
cuando se trata de recursos económicos) apenas nos alcanzaría para nosotros y
para nuestra familia. Es necesario hacer la prueba y darnos cuenta que cuando
ponemos nuestros dones al servicio de Dios y de los demás, estos se multiplican
enormemente. La abundancia nace del compartir. El atesorar nos empobrece y
empobrece a muchos, el compartir nos enriquece y nos permite participar del
amor de Dios.
¿Por qué no haces la prueba y ves qué grande es el Señor?
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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