04/01/2013
Primera Lectura
1 Juan 3, 7-10
Lectio
Hijitos míos: No dejen que nadie los engañe. Quien practica
la santidad es santo, como Cristo es santo. Quien vive pecando, se deja dominar
por el diablo, ya que el diablo es pecador desde el principio.
Pues bien, para eso se encarnó el Hijo de Dios: para
deshacer las obras del diablo. Ninguno que sea hijo de Dios sigue cometiendo
pecados, porque el germen de vida que Dios le dio permanece en él. No puede
pecar, porque ha nacido de Dios.
En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del
diablo: todo aquel que no practica la santidad, no es de Dios; tampoco es de
Dios el que no ama a su hermano.
Meditatio
Jesús sigue siendo propuesto como nuestro modelo de
fidelidad a Dios y solidaridad con el hermano necesitado; en esto vuelve a
poner Juan la santidad, en imitar a Jesús que es santo, del mismo modo que su
Padre es el tres veces santo. Sin embargo, si teniendo por modelo de vida a
Jesús, obramos de manera diferente o en contario a lo que él ha vivido,
entonces ya no podemos tener por Padre a Dios, sino a quien ha hecho del pecado
su estilo de vida, el diablo.
Aunque Juan el bautista, llegó a presentar la llegada de
Dios como una castigo inminente y una lucha contra los enemigos de Dios, Jesús
asumió una actitud muy diferente que aquí resalta el autor: el verdadero
enemigo de Dios y de los hombres, es el diablo, no los pecadores. Sin embargo,
cometer pecado nos aleja de Dios y apaga en nosotros la llama del Espíritu, que
es quien nos sostiene en nuestro camino hacia el encuentro del Padre.
Y para concluir sobre la materia del pecado, Juan nos
recuerda que es notorio el pecado del hombre; no es necesario hacer
disertaciones, no se necesitan ponencias, ni reflexiones sobre el pecado, basta
considerar que todo aquél que no es capaz de amar al hermano es un pecador.
Pecar se resume en no amar al prójimo; todo aquel no que ama a su prójimo es un
pecador, alejado de Dios y en relación con el diablo, por lo tanto, si queremos
ser hijos de Dios, hemos de vivir como vivió el Hijo de Dios, Jesús, nuestro
Señor.
Oratio
Señor Jesús, tú que has querido ser nuestro modelo de vida
fiel y dócil al Padre, enséñanos a vivir en fidelidad a él, dejándonos guiar
por el Espíritu Santo que tú nos has dado para que conduzca nuestra vida a la
comunión con el Padre celestial. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
Operatio
El día de hoy pediré perdón a esa persona a la que le he
sacado la vuelta por tiempo, para merecer el perdón que Dios me da.
El Evangelio de hoy
Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus
discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Este es el
Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a
Jesús. El se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó:
"¿Qué buscan?" Ellos le contestaron: "¿Dónde vives, Rabí?"
(Rabí significa ‘maestro‘). El les dijo: "Vengan a ver".
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese
día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno
de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El
primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos
encontrado al Mesías" (que quiere decir ‘el ungido‘). Lo llevó a donde
estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: "Tú eres Simón,
hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás" (que significa Pedro, es decir,
‘roca‘).
Reflexión
Si el evangelio de ayer nos invitaba a anunciar a Jesús, a
presentarlo en medio de nuestros ambientes, hoy podemos ver el efecto que causa
esta invitación en los oyentes. Jesús es tan poderosamente atrayente y sus
palabras llenas de amor son capaces de seducir al corazón más duro. Los oyentes
del Bautista quedaron embelesados con la presencia de Jesús y lo empezaron a seguir.
Cuando nosotros perdemos el miedo a hablar de Él y tomamos
en las manos nuestra Biblia, y con ella vamos ayudando a nuestros hermanos a
descubrir a Jesús, se realiza el mismo prodigio que hoy hemos visto: la gente
se interesa por Él a tal punto de preguntar: ¿Dónde vives?, que es como decir:
"¿En dónde te puedo encontrar, Maestro?, quiero estar siempre
contigo".
Y es que la palabra de Jesús es tan arrolladora y atrayente
que, en quien la empieza a escuchar nace una gran sed y un deseo genuino de conocerlo
con profundidad.
Trae siempre contigo la Sagrada Escritura y no desaproveches
la oportunidad de presentar a Jesús. Yo te aseguro que verás cosas como las que
hoy has escuchado.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu
corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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