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viernes, 27 de julio de 2012

LECTURA Y EVANGELIO DEL 27 DE JULIO 2012



27/07/2012

Primera Lectura
Jeremías 3, 14-17

Lectio
“Vuélvanse a mí, hijos rebeldes, porque yo soy su dueño, dice el Señor: Iré tomando conmigo a uno de cada ciudad, a dos de cada familia y los traeré a Sión; les daré pastores según mi corazón, que los apacienten con sabiduría y prudencia.

Después, cuando ustedes se hayan multiplicado y hayan prosperado en el país, palabra del Señor, ya no habrá necesidad de invocar el arca de la alianza del Señor, pues ya no pensarán en ella, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se les ocurrirá hacer otra.

En aquel tiempo, llamarán a Jerusalén 'el trono del Señor', acudirán a ella todos los pueblos en el nombre del Señor y ya no seguirán la maldad de su corazón obstinado".

Meditatio
El texto que nos presenta hoy la liturgia, nos trasporta a las palabras del Apocalipsis que nos hablan de la vida eterna, de ese lugar preparado, como dice san Pablo, para todos los que aman al Señor.

Si bien es cierto que, para la gente del AT, estas palabras los invitaban a vivir en la tierra que el Señor les había dado y que los hacía esperar con gran confianza, así también nosotros, nacidos en el NT, debemos poner nuestros ojos en el cielo, en la tierra prometida. Es triste que hoy, en medio de un mundo materialista, poco pensamos en el cielo. Para muchos cristianos, éste ya no es la motivación para vivir de una manera santa. Recordemos que un día vamos a morir y que, en ese momento, seremos invitados a entrar a las bodas del Cordero, pero que para esas bodas necesitamos entrar con el traje adecuado, es decir, el traje de la gracia.

Es necesario, pues, en este mundo que nos invita a pensar sólo en las cosas materiales, a pensar en esa maravillosa Tierra Prometida que Dios nos tiene preparada. Sería muy triste que después de que Jesús pagó con su vida nuestra entrada, nosotros, por no estar atentos y por descuidar nuestra vida espiritual, perdiéramos esta maravillosa vida. Estemos, pues atentos, y aspiremos siempre a los bienes del cielo.

Oratio
Padre Celestial, tú que nos has creado por amor para hacernos participar un día de la vida eterna que tu Hijo Jesucristo nos consiguió con su muerte y resurrección, ayúdanos a ser fieles imitadores suyos, dejándonos guiar por el don del Espíritu Santo para que seamos dignos de participar de esa vida divina, viviendo en constantes solidaridad y justicia con nuestros hermanos necesitados. Amén

Operatio

El día de hoy, pensando en la vida eterna, seré solidario con algún hermano que sufre o tiene alguna necesidad concreta como pan, agua, vestido, atención.

El Evangelio de hoy
Mateo 13, 18-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta".

Reflexión
Son muchos, miles tal vez, los que cada domingo -al menos- escuchan la Palabra de Dios durante la Misa dominical, son muchos los que reciben la semilla del Evangelio. Sin embargo, es triste constatar que en nuestro mundo no se ven muchos frutos evangélicos. Para muchos de nuestros cristianos se aplica la primera parte de esta parábola, pues son muchos los que no ponen atención en la misa, que van a misa sólo "por cumplir", que no se toman la molestia de leer la hojita o el libro para reflexionar en la Palabra. Son muchos los que aún habiéndola escuchado, no les interesa vivirla; otros más, son los que quisieran vivirla, pero las invitaciones de los amigos, las tentaciones del confort, los puestos superiores y otras vanidades del mundo, impiden que den fruto.

Son verdaderamente pocos a los que se aplica hoy en día el final de la parábola, son pocos los que abren totalmente su corazón al Evangelio y que buscan encontrar la manera de hacerlo vida, que buscan comprenderlo, más que con la cabeza, con el corazón. Dios nos ha llamado a dar fruto, la tierra de nuestro corazón es tierra buena, apartemos de nuestra vida todo aquello que pueda impedir que la semilla del Evangelio dé fruto.

Esforcémonos por ser de los que llenan de fruto la vida, y más aún, de los que hacen que este fruto permanezca.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro

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